En ocasiones suceden hechos que son catalogados como de «extraños» y que, realmente, puede esconder todo un fenómeno paranormal con implicaciones en la realidad tan desconocidas como sorprendentes, es el hecho que les quiero contar hoy.
Encuentro imposible con un fantasma de carretera entre Las Cabezas y Los Palacios
Es el caso de una comunicación que me llegaba hace unos días por Facebook, una persona, muy apurada, me decía: «José Manuel, no nos conocemos pero te sigo en la radio y en El Correo de Andalucía, tus temas de misterio y de información general. Es que me ha ocurrido algo que necesito explicarte con calma, por favor, es importante». Debido a ello me puse en contacto con él y me explicaba lo que le ocurría.
Aquel hombre, con voz preocupada, me comenzó a narrar: «Mira, venía para Sevilla desde Las Cabezas de San Juan, por toda aquella zona cubriendo El Cuervo, Los Palacios y Villafranca, Dos Hermanas, Lebrija, toda esa zona. La cosa es que eran sobre las nueve de la noche, había luz aún y calor. Yo venía en el coche ya de regreso y en lugar de tirar por la autovía cogí por esa carretera de los pueblos para acabar unas gestiones en el camino. La cosa es que la carretera estaba muy sola, algo anormal, y pasé a un ciclista con una bicicleta muy destartalada, en muy mal estado. Era un señor ya mayor, delgadito, con una camisa blanca de cuadros y una gorra. Me dije: «Anda que no tiene que estar pasando calor este pobre hombre ni ná« y dejé un espacio entre mi coche y él y lo pasé. Yo iría a unos 70 kilómetros hora o así. La cosa es que unos cinco minutos después veo a lo lejos a un ciclista y me hecho a un lado para adelantarlo, a medida que iba llegando a él me encuentro con que se trata del mismo señor y eso, evidentemente, es imposible. Lo paso y me fijo bien y me doy cuenta que es el mismo, la misma persona con la misma bicicleta oxidada… Me quedé extrañado y preguntándome de la forma en la que había podido pasarme o por donde había tirado para ponerse ahí… No le encontré explicación pero preferí no pensar en ello porque, hombre, era preocupante» decía.
«Seguí mi camino, con el coche a esa velocidad y llegando a la altura del poblado me lo veo de nuevo, allí, varios kilómetros delante de donde lo vi la otra vez. Mira, no me pude aguantar, al pasarlo comencé a bajar la velocidad y bajé la ventanilla del coche y me puse al lado, teniendo cuidado que nada viniera y no ser un peligro, y le dije: «Perdone, perdone» y entonces aquel señor pues desapareció. Me quedé helado y tuve que parar más adelante que hay una zona donde no estorbaba. Me quedé a cuadros» afirmaba.
Ante esto le pregunté si lo volvió a ver más pero su respuesta fue negativa. Días después me escribe: «No te lo vas a creer». Y le pregunté al respecto: «Fui a la zona donde vi al señor de la bicicleta y pregunté si sabían de alguien así, me dijeron que no, pero otro señor me dijo que hace ya unos años, bastantes, pues no me precisó cuándo, murió uno del pueblo que iba en bicicleta, muy destartalada, de un pueblo a otro, por la descripción creo que se trata de la misma persona, aunque me puedas tomar por loco».
Obviamente no lo tomé como tal y me resultó curioso que, una vez más, este tipo de hechos se repite cíclicamente más allá de cualquier relato de leyenda urbana cual chica de la curva.