Son muchos los fenómenos que llegan a un investigador y divulgador de temas paranormales, en unas ocasiones más creíbles y en otras más desechables, pero lo que no se puede negar es que, en ocasiones, entran casos que son realmente impactantes. Hoy les escribo sobre uno de ellos.
La silueta de la muerte en el barrio de Rochelambert
El investigador, el periodista, suele llegar tarde a la mayoría de los eventos que suceden y que forman parte de las noticias, somos cronistas de una actualidad o de información relevante y, en rara ocasión, se vive en primera persona. Cuando se busca el misterio suele ocurrir lo mismo aunque también hay margen para la sorpresa y se pueden vivir hechos que, cuando menos, son desconcertantes.
Uno de ellos es el que les quiero contar y que me llega de la mano de Dominique. De origen francés no cree en fenómenos paranormales pero, lo cierto, es que iba a sufrir una experiencia que le dejaría una profunda huella.
Me escribía: «Necesito contarte algo que me ha pasado y que no sé cómo explicarlo. No soy persona dada a lo espiritual ni lo religioso, para nada. De alguna forma no creo en esas cosas, pienso que cuando morimos nos vamos y ahí se acaba todo, pero me ha ocurrido algo que me ha hecho pensar en todo ello». Me sorprendió su mensaje pero también sus creencias -aceptándolas, como es obvio-.
Pero cuando me puse en contacto con ella me indicó que mejor nos viéramos en su casa que no quería contarme «algo tan delicado» por mensajería. Así quedamos en su caso en el barrio de Rochelambert. Allí me confesaría su experiencia: «hace unos meses mi padre enfermó, le diagnosticaron un tema muy grave, mortal, y él quiso pasar sus últimos días en su casa, no quería morir en el hospital. El médico lo visitaba casi a diario y ya, en los últimos días, le comenzaron a poner morfina. Nos dijeron que una vez que comenzaba ese proceso poco tiempo de vida quedaba y que era mejor tratar de hablar con él y despedirnos. Aquello fue muy doloroso e, imagínate, los nervios y emociones a flor de piel. Te cuento esto no para salir en ningún sitio sino que me digas que fue lo que pasó…» me decía.
«Mi padre murió a las 16:27 h. exactamente, sentimos como dejó de respirar, hizo un sonido raro, como un ronquido profundo y ya no volvió a respirar. Mi madre se puso muy nerviosa y mi tía se la llevó para fuera. Entonces mis dos hermanos y yo nos quedamos allí tratando de ver si respiraba o no. Fue en ese momento en el que vimos, perfectamente, como salía como una luminiscencia de su cuerpo, como una silueta luminosa y se ponía como enderezada en la cama, como incorporada y desapareció. Aquello lo vimos perfectamente los tres. A mi hermano el mayor casi le da algo y mi otro hermano me cogió la mano fuerte. Yo estuve allí inmóvil unos minutos hasta que reaccioné y abrí un poco la persiana para que entrara más luz. Me acerqué a la mano de mi padre y noté como estaba ya un poco más frío, pero poco. Entonces fui a por un espejito y se lo coloqué en la nariz y no respiraba, así que supe que realmente estaba muerto y que aquello que vimos fue real».
«¿Es posible que fuera su alma?» me preguntó y, la verdad, es que no se qué contestar ante ese tipo de preguntas para las que yo no tengo respuestas. Creo que debe haber algo más cuando se pasa ese umbral de la vida. Creo que se debe profundizar más en el estudio de la muerte, sería triste pensar que al morir se acaba todo, aunque siempre se alimenta la esperanza de la vida tras la vida, tal vez para no vislumbrar ese panorama tan serio de «no haber nada».
Sea como fuere este es un caso interesante en que se produce un fenómeno de estas características justo en el momento de morir y que puede ser ese indicativo de que hay algo más… ¿Quién sabe?