VIAJE EN EL TIEMPO A LA ITÁLICA DEL IMPERIO ROMANO

Por: Jose Manuel García Bautista

A la larga, dilatada, apasionante, conmovedora, sangrienta, misteriosa, historia de la vieja Híspalis, se halla encadenada, cual reo a su grillete, la ciudad de Itálica, cuna de emperadores llamados a guiar los designios de la todopoderosa Roma y su Imperio. Se encuentra en la localidad de Santiponce, a escasos 7 kilómetros de la capital, en la carretera de Extremadura. Fue fundada hacia el 206 a.C. y despoblada hacía el siglo IV, con el auge comercial de la ciudad de Híspalis y la decadencia del Imperio Romano.

Fue Publio Cornelio Escipión “El Africano” quién repartió entre sus hombres algunas tierras del valle del río Betis (posteriormente llamado Guadalquivir) tras la victoria sobre el último ejército cartaginés en la batalla de Ilipa, la actual Alcalá del Río. También funda un pequeño asentamiento para sus veteranos, un “vicus civium romanorum” llamándole “Itálica” en recuerdo del lugar de procedencia de sus pobladores. Así nació Itálica, tras la Segunda Guerra Púnica, como primera ciudad romana en Hispania. Con el paso del tiempo, la urbe pasaría de ser un asentamiento de legionarios a ser toda una ciudad de recreo y lujo para los ciudadanos del Imperio. Las primeras familias que se asentaron llegaron a constituir una clase aristocrática. Dos de ellas, la de los Ulpios y la de los Delios, darán a Roma en el S. II a los emperadores, o césares, Trajano (97 – 117 d.C.) y Adriano ( 117 – 137 d.C.) quienes mimaron en extremo a esta elitista urbe hispana. Ello dio como resultado más inmediato, un incuestionable poder a las familias más notables de Itálica, en la política y la vida pública de Roma.

Las primeras informaciones de los hechos inexplicables sucedidos en Itálica –y más concretamente en tu teatro/circo- nos llegan del lugar lo hacen a través de Antonio Díaz, persona conocedora de la localidad y también (debido a su actividad laboral) de los muchos misterios y experiencias de sus vecinos. Fue él quien nos indicó como en la zona de la arena se había podido ver, por parte de diferentes testigos: “lo que parecía ser una sombra que se pasea por las zonas de acceso y también en la arena. Incluso se han escuchado quejidos y lamentos en la zona baja por donde entraban los gladiadores o sacaban a los muertos o moribundos”.

En ese marco encontramos a una pareja que, visitando el conjunto, tuvo una extraña experiencia. Francisco López y su esposa Encarnación Domínguez nos relataban: “Fue extraño, entramos por unas de las galerías bajas y al salir a la parte de fuera observamos como un griterío. Entonces vimos cómo había muchas personas en las gradas vestidas de época. Paco me miró y me dijo: “esto no estaba antes” y yo, ingenua, le dije: “Será una película o algo”. Y al regresar dentro y volver a salir, quizás buscando a alguien que nos explicara aquello ya había desaparecido todo, era como una visión de otro tiempo. Fue impresionante”.

Igualmente en la zona patricia nos indicaban Joaquín Camacho: “Aquí en esta zona hemos podido ver perfectamente a alguien que se pasea y escuchar voces que no provoca nadie. Parecen hablar en otro idioma o, al menos, no se le entiende”.