En muchas ocasiones me habéis leído historias de fantasmas y casas encantadas, un terreno que causa fascinación, la misma que hace unas décadas tenía el tema OVNI, y es que el misterio también se rige por sus propias modas.

Historias, en Sevilla, que te harán creer en fantasmas

En pocas ocasiones he escrito de automóviles fantasmas, en ninguna, si vehículos malditos, por recordar al pequeño bastardo de James Dean o el pomposo auto del archiduque que originó la Primera Guerra Mundial.

Pero el misterio no tiene hora, ni un reloj por el que guiar sus incomprensibles actos. El misterio es caprichoso y se manifiesta de diferentes formas. Así, en una carretera secundaria de la zona más oriental de Andalucía nos encontramos a una familia que, al caer la noche circulaba por la misma. Conducía Diego, el cabeza de familia, e iba acompañado por su esposa, su suegra y sus hijos -de 4 y 6 años-.

Diego recuerda «hacía ya frio y llevaba la calefacción puesta, al dejar atrás una de las curvas de la carretera mujer comenzó a decirme que me había equivocado y que aquella carretera era muy rara. Y no le faltaba razón, no sabía dónde estaba. Sólo quería encontrar de nuevo el acceso a la autovía y reorientar nuestro regreso de la forma más rápida posible». No circulaba a gran velocidad, consciente de la edad de los pasajeros y de su desconocimiento por donde circulaba. Entonces iba a ocurrir algo muy raro.

Nuestro protagonista pensó que no debía pasar mucho tiempo sin ver a otro vehículo o, incluso, a la Guardia Civil, y entonces preguntaría. Fue cuando « a lo lejos vi las luces rojas de otro automóvil, y respiré aliviado, aceleré un poco para acercarme y me sorprendí mucho. ¡Era un vehículo de época! Tipo Ford T o algo así. Entonces les dije a todos que miraran para ver aquel espectáculo. Era blanco y negro, bien cuidado, y circulaba a no más de 60 kms/h. No podía perder el tiempo y lo comencé a adelantar para situarme junto a la ventanilla del conductor y hacerle alguna indicación. Llevaba el habitáculo encendido, emitía mucha luz, y cuando llegué a la altura del volante me di cuenta que no había nadie, no lo pilotaba nadie… Mi mujer me cogió la mano aterrada y frené y me eché a un lado».

Diego y su familia habían sido testigo de lo que él denomina como coche fantasma. Nada puede explicarlo, carece de sentido, tal vez porque a este tipo de eventos paranormales no haya que buscarle demasiadas respuestas, sólo aquellas que parten desde lo imposible.

Visiones de otra realidad
Lo paranormal no está sujeto ni a normas ni a convencionalismos, ha distingue entre la clase, credo o posición social de la persona a la que se manifiesta y, sobre todo, es un fenómeno inteligente.

Es lo que le sucedió a Enrique L., un policía de una localidad de la provincia de Sevilla, que hace muchos años vivió algo que lo marcó para siempre, él lo recordaba así: “Llevo muchos años pensando en lo vi aquel día, mi sentido de la realidad ha cambiado desde entonces. A la edad de 15 años nos mudamos a una casa a las afueras de Sevilla, estaba situada en una de estas parcelas carretera Madrid. Tenía dos plantas y yo me cogí la habitación del ático, me llamó la atención, tenía algo que me atraía. A los pocos días de estar allí empecé a oler algo como putrefacto, miraba por todos sitios y nada. El olor iba y venía casi a su antojo”. Entre tanto en la casa se vivían otros sucesos extraños: las bombillas estallaban en la lámpara –tal vez por ‘picos’ de tensión-, había grandes variaciones de temperatura sin obedecer a un motivo aparente, llamaban a las puertas, tanto externa de la casa como externa de la parcela y se sentían incómodamente acompañados.

Enrique vivía tranquilo, pensaba que debían ser las cañerías de la casa pero “un día salí con la bicicleta a dar un paseo por la urbanización, pasaba frente a una casa de planta baja y con algo amarillo puesto en la reja principal, me llamó la atención y paré a ver, ponía: “No pasar policía”. Eso me llamó la atención y, claro, entré”. La curiosidad y el arrojo juvenil no tiene límites y se hacen, a veces, cosas sin pensar.

“La puerta estaba encajada como si alguien hubiera estado hace poco y, con algo de temor, la empujé. Ante mí, había un pasillo oscuro me engullía todo en la oscuridad y casi palpando fui avanzando, hasta llegar a una habitación donde otra cinta amarilla cruzaba la entrada de la misma, pasé por debajo. Una cama de matrimonio aparecía desecha y con unas manchas oscuras, tal vez sangre, sólo en la parte izquierda de la misma” prosigue nuestro testigo. Entonces “escuché un ruido y salí corriendo en busca de mi bici. Al llegar a mi casa, comí algo sin quitarme de la cabeza que había ocurrido allí. Al día siguiente pregunté por aquella parte de la urbanización pero nadie contestaba. Un silencio incómodo aparecía a cada pregunta que formulaba, hasta que uno si lo hizo…”

¿Qué oscuro secreto guardaba aquella casa y que relación guardaba el hogar de nuestro protagonista?

El hombre con el que habló tendría unos 60 años y en tono grave le dijo: “allí han asesinado a un hombre hace no demasiado tiempo. La casa donde tú vives era de ese mismo hombre ya que poseía diferentes parcelas en la ‘urbanización’. La han venido muy rápido”. Y Enrique regresó a casa cariacontecido por lo que había descubierto.

Con el ánimo de saber más le preguntó a su madre sobre el anterior propietario y ella le dijo de forma parca y lacónica: “un hombre algo extraño que no miraba a la cara y que fumaba mucho”.