Reconozco que hablar de este intrigante caso me apasiona, ya lo hice en la «Guía Secreta de Sevilla», junto a Jordi Fernández, en el año 2009 a raíz de las experiencias propias y también de todo lo que los empleados de la Caja San Fernando -en su día-, posteriormente Cajasol, me comentaban.

El fantasma de calles Sierpes 85

Era muchos los vigilantes de seguridad, y personal de administración de diferentes departamentos los que me decía: «José Manuel, no sabes lo que ocurre aquí, esto es digno de estudio, pero sólo te podemos decir que aquí hay fantasmas». Y a raíz de aquellos comentarios comenzó toda una tarea de profunda investigación a cuyo carro luego se querrán apuntar otros menos aventajados.

Casi al final de la calle se encuentra uno de esos edificios donde debemos detenernos ya que en él habita el misterio. Es la antigua Cárcel Real de Sevilla, el paso del tiempo parece no haber hecho mella en él, se trata del edificio administrativo y de oficinas de la Caja de Ahorros Cajasol, hoy perteneciente a La Caixa.

En su interior habita el misterio y unas misteriosas presencias, es un lugar que alberga algo más que tediosos documentos y ficticio capital, allí encontramos lo codiciado por el buscador de lo extraño, de lo ignoto, del misterio.

Recuerdo como un caluroso día, mientras hablábamos de trabajo, de TPVs (aparatos de cobro con tarjeta), de televisiones, surgió un tema. Les dije: «No vais a creer lo que me ha ocurrido, juraría que había dejado sobre esta mesa un TPV programado y cuando lo iba a enviar me encuentro que no está por ningún lado… Cuando ya iba a coger otro y darlo de alta me he agachado a coger rollo térmico y me lo he encontrado en lo alto de la mesa como lo dejé, con el papel por un lado, las instrucciones por otro… Vamos que no le ha dado tiempo a nadie de ponerlo así«.

Mis compañeros se sonrieron con complicidad y uno de ellos me dijo: «con lo que a ti te gustan estos temas y ¿no sabes lo que pasa en este edificio?». Mi respuesta fue un lacónico «no» mientras arqueaba una ceja y miraba a mi otro compañero.

Uno de ellos, que eventualmente me atendía, me dijo: «los de seguridad te pueden contar todo lo que les ha sucedido: portazos, luces que se encienden y se apagan, los llaman por la noche sin que haya nadie en el edificio, escuchan como un quejido». Y efectivamente consultado el personal de seguridad coincidieron en comentarme como por la noche las luces tenían un comportamiento extraño o de como uno de ellos, allí presente, se había encontrado con una sombra -una silueta sin rasgos definidos- en la zona de la primera planta que «me dio un susto de muerte y acabé el servicio en la puerta de la calle».

«Mira, aquí raro es el día que no sucede algo extraño, el despacho del jefe tiene un teléfono que suena sólo y no figura ninguna extensión de llamada, pero es que por la noche es peor. No sé si tus compañeros del departamento, los que están en San Jerónimo, han vivido algo así, pero el teléfono le dicen «el teléfono embrujado» e incluso ya se tiene referencias de un comportamiento raro desde cuando esto era el Banco Hispano Americano». Y la realidad es así pues en comunicación directa con P.P. vinculado al banco hace más de dos décadas tuvo problemas con aquel teléfono «que recibía llamadas de nadie».

Y las sorpresas siguen en el antiguo Banco Hispano Americano en Sevilla, en calle Sierpes 85, hoy Cajasol, sorpresas de los fenómenos que allí suceden y nuestra investigación. En concreto fue R.D., testigo directo y en primera persona de este caso, quién se ponía en contacto con mi persona y me narraba, en torno a los fenómenos paranormales que ocurren en su interior, lo siguiente:

«José Manuel encantado de contactar contigo, decirte que al oír el programa sobre el edificio de Sierpes me llenó de emoción pues estuve allí trabajando tres años y comentarte que todos los que dijiste ayer era muy light aunque entiendo las circunstancias por las que no contaras más aún sobre todo ello…».

El testigo hacía especial hincapié en el denominado como «teléfono embrujado»: «yo he vivido allí experiencias de todas clases y comentarte que lo del teléfono embrujado era en el despacho del subdirector general y conseguí averiguar el por qué sonaba y el mensaje que le decía a este hombre que estaba aterrado».

Y es que durante nueve días estuvo sonando el teléfono y al otro lado se escuchaba una voz, una voz que se identificó con un cliente, Javier, al que se le denegó un préstamo y que, por desgracias, tuvo un accidente en el que perdió la vida pocos días después. Puede que por «venganza de ultratumba» comenzó a sonar y la voz de Javier, inconfundible, sonaba al otro lado… Voz del más allá que aterró a la víctima del misterio encarnada en un trabajador del Banco Hispano Americano.

El testigo, y confidente, nos decía: «el ascensor que funcionaba sólo, teléfonos que te seguían los timbres haciendo la ronda, pcs que se encendían solos, caída de materiales en navidad cuando se montaba el enorme árbol central, presencias, pisadas, papel continuo saliendo solo de un armario, alarmas que saltaban en el piso que está en la parte de atrás, podría seguir interminablemente».

Y es que el personal bancario tenía sus experiencias pero seguridad y limpieza también atesoraban terribles vivencias con el inquietante fantasma del Banco Hispano Americano, antigua Cárcel Real de Sevilla.

Pero hay más experiencias tal y como relataba en la obra referida. Durante años en el interior de este edificio realizó su intachable trabajo F.M., siendo empleado del Banco Hispano Americano. Estaba en el turno de noche -que existía en la época- y durante aquellas interminables noches sucedían en su interior una serie de fenómenos que los traía -a él y sus compañeros de turno- en jaque… Sillas de oficina que rodaban solas, objetos que se movían, alarmas que saltaban, folios que salían volando, tinteros que reventaban sobre la mesa tiñendo, en una arrolladora riada azul, todo cuanto encontraba a su paso. Fotocopias en blanco, extrañas presencias y un sombrío visitante que atemorizaba a muchos de los que allí trabajaban.

Otra persona vinculada al edificio, ya jubilado, nos relataba “el punto de psicosis vino motivada una noche en la que nos encontrábamos tres personas trabajando. Estábamos solos junto con el guardia de seguridad, él se encontraba abajo, y nosotros tres en la misma ala del edificio y en el mismo grupo de mesas. De repente una puerta se abrió pero no entró nadie.

Paco M. se levantó y cerró la puerta con cara de extrañeza, cuando venía a mitad de camino la puerta volvió a abrirse, aquello fue muy escalofriante, imagínate en la noche, sabiendo lo que allí pasaba y viviéndolo en primera persona. Cerró la puerta y nada más cerrarla una de las sillas, de esas con ruedas en las patas, echó a rodar poco a poco…mira, cogimos y salimos de allí corriendo hasta parara junto al guardia que nos preguntó: ¿Qué os pasa? Subimos nuevamente pero ya no ocurría nada”.

Otra persona -P.N.- vio una noche como una máquina de escribir aporreaba sus teclas solas de forma machacona e insistente, aquella máquina funcionaba sin que nadie actuase sobre sus teclas ante el estupor del trabajador.

Como explicación podrían darse muchas y muy variopintas, desde el joven fallecido a la lacustre alma en pena que pasea por donde otrora estaban las celdas. Sin embargo una posible causa podríamos encontrarla en su pasado ya que el edificio fue sede de las cárceles de Sevilla. En el año 1597 tuvieron estas cárceles un recluso de honor: Miguel de Cervantes y Saavedra, el universal autor de “El Quijote”, o Mateo Alemán -redactor de las reglas de la Hermandad del Silencio , era hijo del médico de la prisión- , los escultores Juan Bautista Vázquez –apodado como “El Viejo” y autor del crucifica del Cristo de Burgos de Sevilla, admirable talla- , Alonso Cano –autor de la Inmaculada de San Julián- y Pedro Torrigiano –excelente artista que dejó innumerables y valiosas obras de arte, producto de su arte y saber, en esta ciudad-. Vestigios de personajes ilustres pero también hubo otros que perecieron en aquel mismo lugar sufriendo dolor e injusticia, derramando su sangre y dejando su vestigio en aquellas cuatro paredes que eran su celda y que hoy tratan de ser un edificio administrativo de una entidad bancaria.

La Cárcel Real de Sevilla, que puso fin a su negra historia un día de 1838, estando en uso casi cinco siglos, exactamente desde el XIII hasta su cese.

Mateo Alemán hace una descripción de la Cárcel Real en su obra “Guzmán de Alfarache”: Ella es un paradero de necios, escarmiento forzoso, arrepentimiento tardo, prueba de amigos, venganza de enemigos, república confusa, infierno breve, muerte larga, puerto de suspiros, valle de lágrimas, casa de locos donde cada uno grita y trata de sola su locura. Siendo todos reos, ninguno se confiesa por culpado ni su delito por grave».

Han pasado ya casi cinco años de aquella investigación, la única que se realizó dentro, y de la que pude obtener una impresionante psicofonía, verificar los descensos de temperatura y la anomalía que presentaba el funcionamiento eléctrico. Aún hoy al pasar por allí me dicen los viejos amigos: «todavía te está esperando…» y siguen saliendo aún testimonios de lo allí sucedido hace décadas, tal vez siglos.

Hoy los ecos del pasado aún resuenan entre sus pasillos y, en ocasiones extremas, una alargada presencia deja ver su silueta mientras un teléfono recibe una llamada del otro lado y una vieja máquina de escribir resuena tocada por nadie. ¿Quién sabe si esos ecos del pasado son lo que hoy se manifiestan en el presente? Sufrimiento contenido entre las viejas paredes de la Antigua Cárcel Real de Sevilla.