LA VIDA DE BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO

Por: Jose Manuel García Bautista

Otro de esos hijos de Sevilla, querido y admirado, fue el pintor Bartolomé Esteban Murillo, aquel que jamás quiso salir de Sevilla ni buscar la gloria fuera de la ciudad, el pintor ideal, próximo y con raíces. Nació en Diciembre de 1617 y fue bautizado el 1 de Enero de 1618 en la sevillana parroquia de la Magdalena.

Fue su padre el que notó que aquel chico tenía dotes y aptitudes para la pintura pues cogía una tiza y era capaz de pintar, aunque fuera en el suelo, un dibujo infantil inalcanzable para un mayor… Así lo llevó al taller del maestro Juan del Castillo y el joven Murillo comenzó a aprender las técnicas de la pintura.

Con diez años se quedó huérfano Murillo y su tía Ana lo acogió en casa y él aportaba con su pintura una ayuda a la casa pese a que su tío era cirujano (aunque no ganaba excesivo dinero). Aquellas pinturas vendía las vendía en el mercadillo de la calle Feria, en el “Jueves”, o en otros mercadillos de Sevilla y pueblos de la cercanía.

Un pintor llamado Pedro Moya animó al joven Murillo a viajar, pero el chico no quería dejar a sus tíos sin la ayuda económica de sus pinturas e ideó algo: tomaría un gran lienzo, lo dividiría en varias parte y en cada parte pintaría un motivo religioso. Tomó aquel lienzo y lo llevó a un mercader que iba a las Indias y se lo vendió dándole una buena cantidad. Así Murillo pudo viajar a Madrid con veintidós años y conoció a Diego Velázquez, también sevillano que le arengó a pintar copias de cuadros del palacio real y el monasterio de El Escorial. Con veinticuatro años decidió volver a Sevilla, en Madrid había perdido poder el Conde-Duque de Olivares y así las cosas su regreso estaba justificado.

En Sevilla contrajo matrimonio con Beatriz Cabrera Sotomayor y Villalobos… Curiosamente el día que se celebraba la toma de dichos el sacerdote le preguntó a Beatriz: “¿Vienes libre y voluntariamente?” y la chica dio un suspiro y respondió: “No, no vengo libre, vengo obligada” (tal y como consta en los registros sacerdotales)… Así el fiscal suspendió aquella ceremonia y lo comunicó al responsable eclesiástico constando en el expediente como “No ha lugar”… Al cabo de una semana los jóvenes se presentaron, de nuevo, en el Palacio Arzobispal y esta vez sí, dijo ir libre y voluntariamente y pudieron casarse los jóvenes, él tenía veintiocho años y ella veintiuno, un 28 de Febrero de 1645. Nunca se supo que le sucedió a Beatriz para decir que iba “obligada y forzada”, quizás por ser una boda pactada…

De aquel matrimonio nacieron diez hijos, de los que sobrevivieron sólo siete.