Uno de los lugares más impactantes para realizar una investigación paranormal es, sin dudas, un psiquiátrico, por todas las connotaciones que tiene y por, según los parapsicólogos, la «energía psíquica» que emana el lugar.

Experiencia aterradora en el psiquiátrico de Miraflores de Sevilla

En Sevilla el psiquiátrico de Miraflores era conocido por ser uno de esos sitios donde se manifestaba lo imposible, son se hablaba de fenómenos paranormales y donde muchos fueron los que entraron dentro -antes del derribo parcial del conjunto- a experimentar y tratar de grabar las «voces del misterio», las «voces de nadie».

Es curioso como algunos «radicales» niegan la evidencia de lo que sucedía en su interior pero son muchos los testimonios que se han ido amontonando, a lo largo de la Historia, en torno a ese edificio en cuánto a fenómenos extraños y, también, por las prácticas «sanitarias» que se hacían en su interior -que pueden localizar tanto en hemeroteca como en archivos de vídeo-. Por todo ello tuve la oportunidad de entrar en este lugar en el año 2001 e investigar tranquilamente en un ala que, realmente, impresionaba.

Otros compañeros de investigación hicieron lo propio tiempo después si bien es cierto que, pese al tiempo transcurrido, son muchos los que hablan de lo que allí les ocurrió, de lo que allí pudieron vivir y tuvieron que silenciar. Uno de esos casos es el que me atrevo a narrarle.

Hace unos meses tuve la ocasión de tener una reunión con los enfermeros de un determinado hospital de Sevilla, una charla para hablar de lo que había supuesto la pandemia, de cómo les había afectado y como era su día a día, un reportaje de corte humano en el que se acercaba al lector al, muchas veces, incomprendido sector. Me hablaron de estrés, de falta de camas, de falta de más personal y toda una gama de problemas a los que se enfrentan a diario. Al terminar esas entrevistas una persona, una enfermera, me quiso contar una experiencia personal: «aunque sé que pasan cosas en este edificio, no es de aquí de donde te quiero hablar», me dijo.

-Entonces, ¿dime de qué lugar es?, pregunté.

-Es del psiquiátrico de Miraflores… ¿Sabes lo que pasaba dentro, verdad?

-Sí, algo se, he estado allí en un par de ocasiones…

-Mira, yo trabajé allí cuatro años, pero estando ya el ala que derribaron sin uso. Muchas compañeras, cuando yo entré allí, jovencita, me dijeron: «A esa parte, por la noche, no te acerques y, pase lo que pase, oigas lo que oigas, no entres». Claro, sonaba a película de miedo, a advertencia de terror o algo así. La cosa era que en la zona donde yo estaba solía ser tranquila y aunque tenía turnos de tarde lo normal era estar de mañana. Uno de aquellos días en los que estaba de tarde me llamó una compañera, también nueva, y me dijo: «Escucha, escucha» y sentimos, las dos, un «na, na, na» como si fuera un tarareo de una musiquilla.

-¿Había alguien allí?

-Nadie, no había nadie. Pero mira, era tarde, invierno, de noche, pensamos que podía haber entrado alguien y, por eso, le dije a mi compañera que iba a entrar y que ella llamara al de seguridad. Mientras ella iba a buscarlo yo cogí y pasé por el pasillo y entré a esa zona. Allí todo era diferente, sin luz, todo abandonado, había papeles y muebles, todo hecho una ruina. Entonces escuché esa nana o canturreo que venía de la galería así que fui para allá. Allí no había luz ni nada y, como siempre llevaba una linternilla pues con eso me apañé. Subí la escalera y se sentía cada vez más cerca ese sonido, esa nana, así que fui viendo habitación por habitación, pensé que se podía haber metido alguien o que necesitaba ayuda, luego ya pensé que igual era un «sintecho» o alguien robando y eso me asustó. Cuando entré en la última habitación no había nadie. Salí al pasillo y allí vi a una mujer, con el pelo recogido, negro, con los ojos cansados y la boca en mal estado, le faltaban piezas dentales. Tenía pinta de ser una enferma mental y le dije: «¿Te puedo ayudar?», bajito, pues se suelen alterar. Ella se echó a reír y dijo: «¿Te puedo ayudar?», ahí me dio miedo. Comenzó a andar para una habitación y se metió dentro. Yo esperaba que viniera el de seguridad pero no aparecía, entonces aquella mujer salió de la habitación y me dijo: «Yo vivía aquí, ¿tú también?», jamás podré olvidar ese momento.

-¿Y qué hiciste?

-Le dije que no vivía allí y si la podía ayudar, ella me dijo: «No, no puedes» y desapareció delante de mis ojos. A mí me iba a dar algo y, segundos después, vi una luz y al de seguridad. El hombre me dijo: «¿Con quién hablabas? ¿No puedes qué?», y le conté lo que me había pasado. El pobre tenía más miedo que yo y me dijo: «de esto no cuentes nada a nadie, aquí es mejor no entrar, por eso está cerrado, pasan cosas extrañas, dicen que hay fantasmas. Hace un tiempo vino García Bautista a investigar y todo, es un sitio que mejor no meterse si no quieres ver cosas que no te puedes explicar». Y me llevó a la salida cerrando la puerta. Por eso se tu nombre y por esos te he querido contar lo que me pasó.

Evidentemente la testigo aún le impactaba la vivencia que tuvo dentro de este lugar, un sitio especial que ya no existe pero que siempre tendrá esa relación intrínseca con su particular historia y lo que allí vivieron muchas personas.

Quizás la locura de muchos de los que allí estaban hayan dejado esa huella indeleble para que, en ocasiones, mostrara esta evidencia del más allá. ¿Quién sabe?