ADICCIÓN A VIDENTES Y CARTOMANTES

Por: Jose Manuel García Bautista

Hay que tener mucho cuidado con todos esos charlatanes que le quieren ‘vender’ a uno un futuro a su medida a través de las muy ancestrales ‘mancias’ o procedimientos de meditación y adivinación. Ojo con este mundo repleto de charlatanes con el don de la palabrería y la vista puesta en la cuenta corriente del consultante.

En nuestra sociedad del siglo XXI a veces es conveniente detenerse y mirar alrededor para darnos cuenta de todo aquello que nos rodea, lo bueno y lo malo. Vivimos en una sociedad tecnificada, con prisas, en muchas ocasiones estresada y deshumanizada, las redes sociales acogen a muchas personas que se han creado una realidad paralela, tal vez alejándose de una vida que, en muchas ocasiones, provoca muchos sinsabores, pero es la vida que tenemos, con problemas de desempleo, inseguridad ciudadana, promesas políticas incumplidas, riesgos de salud, miedo por las pensiones y todo ello afecta a nuestra vida personal haciendo que, muchas veces, las personas busquen refugio en opciones que pueden originar adicciones peligrosas.

No, no les voy a hablar de sustancias adictivas ni del juego o el alcohol, que también podrían ser el eje central de un artículo de denuncia; en esta ocasión les quiero hablar de los riesgos del esoterismo mal entendido, de aquellas personas que buscan respuestas o rellenar un puzzle incompleto dentro de lo que les pueden aportar –si es que pueden aportarle algo- videntes y cartomantes. Una realidad desconocida y que tiene un duro efecto en la persona.

Son muchas los que afirman, abiertamente, no creer en este tipo de mancias, el hecho de que un tarotista baraje un mazo y según la tirada pueda acceder a nuestro pasado o futuro es, cuando menos, sugerente. Pero… ¿Cuántos vividores y estafadores se han escondido tras su falsa bandera de la videncia? ¿Cuántas estafas se denuncian al día de desaprensivos que no dudan en aprovecharse de las debilidades ajenas, la edad o un mal momento? ¿Cuántos son los que enarbolan la bandera de la videncia, de ser grandes tarotistas y, simplemente, tras ello, hay un psicólogo con muchas dotes de observación y palabrería?

En demasiadas ocasiones la persona se siente sola y sólo pretende paliar esa soledad con una voz que la comprenda, que la entienda y que, llegado el caso, le pueda dar un consejo, quizás aquel que echa en falta del familiar, del hermano o del amigo. Lo duro, lo cruel, lo carente de sentimientos, es que tras esa voz cálida, comprensiva y amiga se esconde un negocio en el que, en demasiadas ocasiones, se esconde el estirar lo máximo el problema del cliente porque con él el futuro del negocio está asegurado, esa es la única certeza de la capacidad de ver el futuro que tienen muchos de estos mercaderes de ilusiones.

Pero… ¿Cómo se entra en el círculo del mal entendido esoterismo y videncia?

Es llamativo y sugerente, lo reconozco, es una materia que conozco bien y siempre comienza casi como un juego, casi por error o por un momento de debilidad. Se afirma no creer en estas cosas, se afirma estar «por encima de estas tonterías», pero al final muchos de esos son los que se acercan a consultar su futuro y lo que comienza como un simple gesto de satisfacer la curiosidad se acaba convirtiendo en una dura adicción en la que parece que ningún momento y ningún paso de la vida se puede dar sin consultar a ese consejero tan especial que cuantifica sus ganancias por consejos. Muchos de estos videntes no me han demostrado nada, me han demostrado algo o me han demostrado mucho, pero sea como fuere mi creencia en ellos es nula, lo cual no quiere decir que todos tengan que ir al mismo saco, pero si una amplia mayoría.

Hablaba, no hace demasiado, con una persona que durante mucho tiempo se ha dedicado a estos temas, caminando entre lo real y lo quimérico. Encarnación me decía: «He estado muchos años atendiendo en mi casa a personas que venían con todo tipo de problemas. Suelen ser mujeres con problemas sentimentales y que siempre vienen acompañadas por una amiga, pero también he tenido hombres como clientes y esos son los que más enganchados están. Lo curioso es que a los días ha venido la amiga que acompañaba a la primera a que les dijera lo que veía en las cartas», y es que ese suele ser el comienzo: alguien que, por curiosidad, o por amistad, acude a acompañar a una amiga o amigo y acaba seducido por la palabrería, psicología y comprensión del vidente. En otras ocasiones, simplemente, porque la vida da reveses y las respuestas, creen, puede encontrarse en aquel que dice «ver el futuro», recomendado por una amiga o un amigo que «probó» y «le fue bien». Y es que hay planos en los que todo vale, las cuestiones del corazón o la desesperación hacen que sea un terreno abonado.

Cuando se acude por primera vez a un tarotista, a un gabinete físico, la primera impresión del vidente es vital, si este atina a leer las marcas físicas del cliente habrá dado un paso decisivo para ganarse la confianza de la persona. Ojeras, marcas de anillo, palidez, puede ser síntomas de problemas en la persona allá donde los sentimientos, el desempleo, la salud, la vida en suma que juega sus propias cartas.

Comenzada la sesión todos son consejos en función de la información que pueden obtener del cliente en una conversación –bilateral- en la que la retroalimentación es básica para el buen curso de la predicción de futuro que se realice. Finalizada la sesión, a satisfacción de la persona, todo es un terreno abonado para que esta regrese, incluso hay bonos económicos para aquellos que demuestran una fidelidad a su vidente de cabecera.

Productos cruzados

Hay una vuelta de tuerca en todo esto, es lo que se llama productos cruzados, es muy simple: son aquellos gabinetes, aquellos lugares -bien tienda física donde se realizan sesiones de videncia y cartomancia o bien casas particulares- donde al finalizar la consulta se ofrece una ayuda extra para atraer la buena suerte y alejar los aojamientos o los trabajitos (aquellas maldiciones o mal de ojo realizadas por otras personas que suele ser muy recurrente para retener al cliente y a su cartera). Esta ayuda extra tiene forma de barritas de incienso, de vela o velón de un determinado color en función de nuestras necesidades –amor, dinero, trabajo, salud–, amuletos de todo tipo bien sean clavículas de Salomón, Tetragramatón, Ojo de Horus o una infinidad, sin igual, con que el cliente se construirá en casa, en un apartado rincón o en una habitación determinada, un auténtico santuario allá donde uno mismo no quiere ver la realidad y culpa a otros de sus desgracias.

Con este tipo de ventas hay dos fuentes de ingresos aseguradas: por una parte la consulta del cartomante que se ha ganado la confianza y el bolsillo, poco a poco, de la persona; la segunda vía son los productos esotéricos. En muchas ocasiones la persona no acude tanto a la consulta de tarot sino a renovar toda la mercadería esotérica y comprar inciensos ahuyentadores, talismanes y amuletos quitamaldiciones y ya, en el colmo de la desfachatez, hasta gel o champú con el que uno lavar su alma… Parece mentira donde pueden llegar las creencias de las personas.

El negocio en este sentido puede ser millonario y mueve, en España, cifras de vértigo en todo lo que está relacionado con ello siendo los grandes distribuidores del sector los que, evidentemente, sacan mayor beneficio de todo ello en una actividad lícita y que se ha dado origen a un nicho de mercado en franco crecimiento. Otro cantar son los trabajos de santería cubana tan dada y recurrente en Sevilla.

Los famosos 906

«A mí me pasó que un día, una amiga también dedicada a estas cosas me dijo de trabajar, cuando pudiera en función de mi horario con las consultas, en una plataforma de videncia y, me dijo, que se podía sacar un buen sueldo al mes, y por probar…», decía Encarnación sobre sus inicios al teléfono del vidente. Y así, un buen día, el vidente comenta a sus clientes que «un día de lluvia, o que estés malo/a, que no te apetezca venir por qué esté lejos pero quieres que te haga la consulta, me puedes llamar a este teléfono y que te pasen conmigo, te la haré así, por el móvil, que es más cómodo y te cobro con la tarjeta», y de esa forma se fideliza también al cliente a llamar a este tipo de líneas asegurando el mismo servicio para mayor comodidad y, por supuesto, la tarificación de los servicios prestados.

La persona, incluso, encuentra el consuelo de llamar a su vidente a horas no reguladas o, en el colmo de la dependencia, por cada situación de la vida que es achacable, según la creencia absorbida de la persona, a esos aojamientos o trabajitos que le han realizado, que es la mejor forma de tener enganchado al cliente llegando al tope de minutos máximos para este tipo de servicios y no dudando en colgar y volver a engancharse al vidente en una consulta casi eterna y repetitiva donde el límite lo ponen la tarjeta de crédito y el fondo de la cuenta bancaria.

¿Qué hacer ante este tipo de adicción?

Hace muchos años leía un libro completísimo de mi amigo Pepe Rodríguez, se llamaba Adicción a las sectas y en este trabajo de investigación me ha servido para establecer paralelismos en cuanto a la dependencia de la persona sobre el conocimiento de su futuro, de sus problemas, recurriendo a lo extrasensorial o, simplemente, por caminar siendo orientado por aquel que menos orientaciones puede dar…

La doctora Ana Valdepérez, psicóloga del Programa de Adicciones Comportamentales del Hospital de Sant Pau, en Barcelona, decía al respecto de la adicción a la videncia que es denominada como comportamental y que está a la altura de la adicción al juego, internet o el sexo. En su opinión «son hábitos de conducta placenteros que en un pequeño porcentaje de personas desemboca en una adicción y organizan toda su vida en función de ellas».

La frustración emocional, la soledad, relaciones malogradas, inestabilidad laboral y mucho más son los desencadenantes del inicio –dependiendo de la persona- de estas adicciones que comienzan «sólo por probar» y acaban controlando la vida de la persona; la sensación de culpa es otro factor que hace que la persona no deje de depender de algunos de estos cartomantes y acumular, incluso, grandes deudas…, personas que van justas para vivir y acabar el mes pero que no dudan en hipotecar una parte de su sueldo en productos –físicos o no- de este tipo: «Llegan a solicitar créditos para seguir llamando al tarot. Es frecuente que estas consecuencias tan graves sean el revulsivo para que acudan a terapia, así como las consecuencias a nivel familiar o laboral, pues suelen abandonar cualquier otra actividad».

Enric Mora es sociólogo de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y en su experta opinión la crisis o, añadiría yo, el actual ritmo de vida, trabajos en precario, el estrés o las dificultades emocionales, repercute sobre el control sobre la propia vida «de sentirse objeto de fuerzas desbocadas sobre las que no tenemos incidencia» así la persona no se ve logrando determinados objetivos y por ello recurre a «ayudas extras» como la que le pueden aportar tarotistas y videntes que aportan certezas o sentido a lo que piensa el cliente, el consultante o, simplemente, decirles lo que quieren escuchar.

En todo este fenómeno hay algo curioso, un efecto, el denominado Efecto Barnum que es aquel por el cual se saben leer aspectos y expresiones que nos dicen algunas características de la personalidad comunes a cualquier persona, haciéndolas propias los clientes y pensando que el tarotista ha dado de lleno en su predicción… Muy lejos de la realidad pues sólo están interpretando las señales físicas que existen o las palabras –en persona o telefónicamente- que expresan personas que son más inseguras, quieren creen y tienen una especial predisposición a este efecto tan llamativo como psicológico.

Soluciones

Aquellos que encuentren una persona con este problema no deben jalear su acción ni apoyarla, flaco favor le hacen expresando sorpresa cuando comentan sus visitas o llamadas a estos servicios. Deben hacerles ver su problema, el no estar encarando de la forma correcta la situación por la que viven amparándose en estas mancias. Deben hacerle ver que puede ser negativo y ofrecerle el apoyo necesario, incluso profesional dentro del amparo que la psicología da hoy día para ello.

La solución al problema de cada uno en su vida no se encuentra impreso en una carta ni lo da el corte de un mazo, tampoco en las líneas de la mano o la sensibilidad de otra persona. La solución debemos encontrarla en el día a día, en armar la correcta arquitectura de una vida una vez que se comienza de nuevo, allá donde las ilusiones y esperanzas deben primar por encima de la desesperación.