MITO Y REALIDAD DE EL DORADO

Por: Jose Manuel García Bautista

Según la enciclopedia Larousse EL DORADO es un país legendario de América que los conquistadores españoles, creyéndolo emporio de incalculables riquezas ,buscaron afanosamente. Origen de esta creencia era, al parecer , la ceremonia de consagración de los nuevos zipas, que solían bañarse en el Lago Guatavita con el cuerpo cubierto de polvo de oro. El mito fue más tarde agrandado por la fantasía hispana y ,entre otro, Jiménez de Quesada y Benalcázar persiguieron la posesión de este “país” fabuloso.

Gonzalo de Rojas escribía allá por el año 1636 lo siguiente refiriéndose al áureo sueño de El Dorado: “En primer término, tenía que desplazarse al gran lago de Guatavita para efectuar ofrendas y sacrificios al demonio que la tribu adoraba como dios y señor. Durante la ceremonia que tenía lugar en el lago, construían una balsa de juncos que adornaban y decoraban con sus mejores bienes, colocando en ella cuatro braseros encendidos, en los que quemaban abundante moque – el incienso de estos nativos – y, también, resina y otras muchas esencias. El lago es grande y profundo, y por él puede navegar un buque de borda alta, cargado con infinidad de hombres y mujeres, ataviados con vistosas plumas, placas de oro y coronas de oro…
Luego desnudan al heredero hasta dejarlo en cueros, untándolo con tierra pegajosa, sobre la que aplican polvo de oro hasta dejarle el cuerpo enteramente cubierto de este metal. Lo instalan en la balsa, en la que permanece inmóvil, y a sus pies sitúan un gran cúmulo de oro y esmeraldas para que se las ofrezca al dios. Además de él, en la balsa le acompañan cuatro de los jefes principales, adornados con plumas, coronas, brazaletes, colgantes y pendientes, todo de oro. También ellos van desnudos y llevan ofrendas. Cuando la balsa se aparta de la orilla, se escucha música de trompetas, flautas y otros instrumentos, y cantos que reverberan en las montañas y valles, hasta que, al llegar la balsa al centro del lago, izan una bandera en señal de silencio.
Entonces hace su ofrenda el Hombre Dorado, que arroja todo su oro al fondo del lago; los jefes que le acompañan efectúan asimismo sus ofrendas, en turnos sucesivos. Y con esta ceremonia queda proclamado el nuevo gobernante, reconociéndoselo como rey y señor”.

Esta es una de las primeras crónicas que tuvo el “Viejo Mundo” sobre el inicio de una febril búsqueda que trajo la muerte a más de un osado que intento arrancar su secreto a la Jungla…

El mito de El Dorado tuvo como todas las leyendas del anhelado metal una parte de certeza y verdad, su origen lo encontramos en una costumbre ritual de los indios chibcas, que vivían a orillas de la laguna Guatavita, en la meseta de Cundinamarca. Los datos y referencias históricas nos indican que el señor de este pueblo protagonizaba una ceremonia en la que ofrendaba a los dioses objetos de oro, que lanzaba a la laguna. Cuando finalizaba el ritual –ceremonia el sujeto se bañaba en ella y en el agua se desprendía las partículas de polvo de oro. Esta ceremonia se celebró hasta poco antes de la llegada de los españoles, a quienes se la contaron los indígenas. La ceremonia de El Dorado fue el origen de la leyenda. España y los reinos conquistadores aparte de aportar a las nuevas tierras su Soberanía y todo su “progreso” también aportó la impiedad de los conquistadores quienes habían arrebatado ya a los muisca y sus vecinos toneladas de oro, un filón en forma de mil y un objetos que parecían no tener fin y cuya ansía aumentaba por días al oir las mil y una leyendas que los indios ebrios por el “agua de fuego” contaban sin cesar a los avariciosos conquistadores, induciendo a estos a pensar que aún les quedaba el mayor botín: el inmenso tesoro que debía existir en el fondo del lago Guatavita…

Sebastián de Benalcázar comandó en 1535 la primera expedición reconocida a la búsqueda de El Hombre Dorado y sometió las regiones occidentales del territorio de Nueva Granada. El término El Dorado quedó grabado para entonces como un lugar ilocalizado en el cual abundaba el oro y era sinónimo de lugar de riquezas casi infinitas. Ya El Dorado no era el designativo del rey originario de aquellas míticas tierras sino una región imprecisa del corazón de América, en la cuenca alta del Amazonas.

Fueron numerosas las expediciones que se adentraron infructuosamente en la espesura del verde Amazonas tras el mítico reino, entre los expedicionarios que intentaron tan lucrativa empresa se encontraban nombres tan ilustres como Hutten, Gonzalo de Pizarro, Jiménez de Quesada, Diego de Ordás, Jerónimo de Ortal, Hernán Pérez de Quesada, Pedro de Ursúa y Lope de Aguirre, Pedro Malaver de Silva y Domingo de Vera, Alonso de Herrera, etc…

En la búsqueda de El Dorado encontramos acontecimientos que durante muchos años fueron considerados hazañas del valor patrio… de esta forma Francisco de Orellana pasó a la historia por ser el primer explorador en navegar el río Amazonas. Francisco de Orellana formaba parte de la expedición de Gonzalo de Pizarro (1502 – 1548) que trataba de encontrar el “país de canela” o “El Dorado” eligiendo la ruta que partía hacía el Este de Quito y cuenca del Amazonas, quedándole la satisfacción del descubrimiento del río Coca, afluente del Napo. La expedición comandada por el hermano del mítico Francisco de Pizarro marchaba bien hasta que las provisiones se comenzaron a hacer insuficientes de tal forma que era insostenible mantener y alimentar a los doscientos hombres y casi dos mil esclavos nativos de la que constaba la expedición. Para buscar alguna salida a la situación Pizarro encomendó a Orellana la tarea de ir río abajo en busca de víveres y cuando estos la encontraron no pudieron regresar subiendo el río debido a la fuerza de la corriente. Orellana y sus cincuenta hombres continuaron navegando por el cauce impresionante del Amazonas hasta desembocar en el Atlántico, para la historia se quedan las aventuras vividas en las que llegaron a comerse hervidos sus cinturones con unas pocas de hierbas… conocieron a los caníbales locales, la rica fauna del Amazonas y comprendieron el inmenso poder y magnetismo que entraña el secreto amazónico.

La búsqueda de las riquezas de “El Dorado” no se limitó únicamente a las orillas del lago Guatavita. Ya en los tiempos de los conquistadores se había extendido la creencia en el Hombre Dorado y su mística ciudad de Manoa, donde hasta las cacerolas eran fabricadas en oro. Se creyó que el mismo podía ser localizado en las selvas inexploradas de la cuenca amazónica, y por ello numerosos exploradores y aventureros se adentraron en la jungla año tras año. De ellos jamás se supo…

El primer paso para dragar el lago Guatavita fue dado en 1545, pero la más seria de las iniciativas iniciales fue la de un comerciante de Bogotá, Antonio de Sepúlveda, quien comenzó sus operaciones de drenaje hacia 1580. Utilizando la mano de obra local cifrada en 6000 indios , abrió una gran muesca en el borde del lago para permitir su desagüe, se logró rebajar el nivel en veinte metros, cuando se creía que la empresa llegaría con éxito a su fin el canal se hundió, originando la muerte de numerosos excavadores. Sepúlveda hubo de abandonar la desecación del Guatavita pese a que en un envío la soberano español Felipe II demostraba que en el lago había riquezas incalculables ,el envío lo formaban varios objetos de rico labraje en oro, un peto de oro, un bastón con placas de oro y una asombrosa esmeralda del tamaño de un puño… El soberano español considero que ya se había gastado mucho tiempo y expediciones en el hallazgo de El Dorado y el dorado sueño de Antonio de Sepúlveda se vio truncado en pro de otras expediciones para el Imperio.

De la vieja Albion o del también Imperio Británico hubo intentos por localizar tan magnífica fuente de riquezas así sir Walter Raleigh (1552 – 1618)fue de los primeros en intentarlo, pero tuvo motivos para lamentarlo. Tras el envío expreso de la reina Isabel I de Inglaterra en 1595 el expedicionario inglés entro en la tupida selva amazónica de la Guayana en busca de la legendaria Manoa, tras convivir durante algún tiempo con los nativos de la zona les propuso una alianza para derrotar conjuntamente al “invasor” español ,allí los indios le comentaron que El Dorado se encontraba en las márgenes de río Orinoco y aunque el explorador se personó en las márgenes del hoy famoso río no halló las cantidades de oro que esperaba. La expedición no tuvo el éxito esperado y tras la segunda expedición en 1617 – 1618 su nuevo y sonado fracaso sirvió de excusa perfecta para su ejecución…

No se sabía la cuantía ni las riquezas que el Lago Guatavita podía encerrar bajo su superficie y que durante tantos años había guardado celosamente, de esta forma,en 1807, el naturalista prusiano Alexander von Humboldt tasó en unos trescientos millones de dólares de los de entonces, calculando que si cada año, durante el siglo que duró la tradición, cuatro mil indios hubieran arrojado cinco pequeños objetos de oro en el lago, debería haber allí cuando menos unas cincuenta mil piezas. La búsqueda desde entonces y la identificación de El Dorado se ha tomado con epicentro en el tan mítico como real lago Guatavita. En el siglo XIX una empresa de capital germano trató y dragó el lago, como consecuencia de aquella parcial dragadura –nunca se tuvo en cuenta ni en consideración el daño ecológico, parecía como si el Amazonas y su selva lo fuera a aguantar todo..- se obtuvieron algunas piezas del rico metal pero no se había comenzado tal empresa para recoger “baratijas” y si marchar en busca del núcleo central del tesoro… pero no se halló, el barro cenoso y volcánico impedían el trabajo para una desecación parcial y de esta forma tuvieron que abandonar la búsqueda. Esto no hizo más que acrecentar la justa fama del Lago y la leyenda de El Dorado dando paso a explorar y conocer más y mejor la tupida selva amazónica, la leyenda creció y el nombre de El Dorado y el Hombre Dorado con toda su ritualidad y ceremoniosidad pasó a ser el designativo de una quimera, de una leyenda que cabalgaba entre el mito y la realidad, la ficción, la fantasía y la sospecha de que la realidad se escondía tras un fondo cenagoso que la Historia, la ambición, la terquedad y el azar se habían encargado de esconder al “invasor” de la bellas tierras amazónicas.

En 1912 la sociedad franco-sajona “Contractors Limited” consiguió desecar finalmente el lago, pero la euforia del logró final de todo el fruto de su trabajo les cegó y pospusieron para el día siguiente la criba del cieno en busca del tesoro. La empresa se había logrado y ya sólo faltaba recoger el áureo botín… la sorpresa llegó cuando al comenzar la jornada con el despuntar del alba comprobaron que el barro volcánico del fondo del lago se había asentado y comenzado a secar atomizándose y formado una muy sólida y compacta masa de cemento volcánico imposible de penetrar. El Lago Guatavita aunque dio muestras de contener oro jamás desveló su secreto y su dorado fondo de ilusiones se tornó en un impenetrable secreto en justo premio a la codicia humana.

Entre los desafortunados que encontraron la muerte buscando la mítica leyenda de El Dorado figura el no menos ilustre explorador Percy Fawcett quién desapareció cuando buscaba la ciudad de oro al norte del amazonas y que tras desaparecer forjó su leyenda de quienes decían que realmente la había encontrado pero que prefirió quedarse a vivir en ella antes que volver… nada más lejos de la realidad. El coronel Fawcett que partió en 1922 para el Mato Grosso brasileño encontró la muerte en un enfrentamiento con una tribu local y sus restos fueron enterrados en la orilla de los ríos Kuluene y Tanurio donde forman un lago, es en suma una víctima más de tan cegada búsqueda.

Hoy podemos afirmar a la luz de los nuevos documentos y cartas históricas aparecidas tanto en España como en Sudamérica y que hacen referencia al mito de El Dorado que este legendario lugar se encuentra emplazado en el Lago Guatavita, a unos 50 Km. al norte de Bogotá (Colombia) y cuyas redes de influencia aurifera se extiende hasta las orillas del Orinoco donde se ubica la ciudad de Manoa o al cercano Perú, en cuyo norte podrían encontrarse algunas otras estribaciones del mítico lugar .En el lago aún es visible la huella del hombre en forma de muesca en su borde originada por la expedición de Antonio de Sepúlveda. Pese a ello, la leyenda de El Dorado y sus tesoros aún sigue vigente y aún son muchos los que sueñan con sus inexploradas tierras y riquezas… la fiebre del oro no es sólo patente de corso de siglos pasados…

Recientes informaciones fechadas a comienzos del año 2002 y firmadas por Iñaki Alvarez-Miranda afirmaban que “el descubrimiento de un manuscrito del siglo XVI en el archivo romano de la Compañía de Jesús había arrojado nuevos indicios sobre El Dorado”, la mítica ciudad de los incas que una expedición pretende ahora localizar en la espesura de la amazonia peruana. En toda esta nueva aventura por la localización de El Dorado y sus zonas de influencia se halla sumergido el explorador y periodista Jacek Palkiewicz quién asegura que esta información histórica confirma la existencia de “Paititi”, nombre dado por los indígenas a la ciudad construida en oro de la que tuvieron noticia los primeros conquistadores españoles. Reproduciendo sus propias palabras el aventurero decía: “Se trata de prueba de gran validez que nos hace trabajar en nuestro proyecto con más entusiasmo todavía”, Palkiewicz, empeñado en la organización de una expedición científica que a partir del mes de junio recorrerá la inaccesible región selvática de la cuenca del río Madre de Dios, en Perú.

En el manuscrito hallado, el jesuita español Andrés López describe un reino “muy rico y adornado de oro” , incluido en el tomo primero de “Peruana historia (1567-1625)”, según fue descrito en su día al General de los jesuitas y al Papa, quien otorgó a la orden la exclusiva para su evangelización, el religioso español cuenta como el rey de Paititi, tras convertirse, ofreció construir “una iglesia hecha con bloques de oro macizo” y que incluso las vajillas eran de este metal. El jesuita español parecía beber de buenas fuentes dado que la Compañía de Jesús llevó a cabo la conversión y bautizo de los habitantes de “Paititi”, localidad situada ” a diez oías de viaje de Cuzco (Perú)”. El documento no ofrece detalles geográficos precisos sobre su situación pero el hecho de que sus fabulosos tesoros hayan podido ser expoliados tampoco preocupa a Palkiewicz, quien insistió en que el interés de su expedición es “científico y arqueológico” y aseguraba “el oro no nos interesa” al insistir en que su proyecto cuenta con el apoyo del gobierno peruano, extremo no confirmado por el gobierno de dicho país. No obstante parece que si hay instituciones dispuestas a financiar esta nueva empresa a la búsqueda de El Dorado por otras cercanas latitudes de Colombia.

El último de ellos fue el del antropólogo noruego Lars Hafksjold, que desapareció sin dejar rastro en 1997 en el “infierno verde” del río Madidi.

La prestigiosa revista italiana de arqueología “Archeo” se hace eco de estas informaciones y el arqueólogo italiano Mario Polia, que reside desde hace tres décadas en Perú y es autor de la investigación, el manuscrito inédito supone una prueba de la “existencia real” de la mítica ciudad, cuya localización exacta los jesuitas trataron de mantener secreta para evitar una “fiebre del oro”… Fiebre que hoy parece reactivarse, el Amazonas, el Orinoco, el Lago Guatavita ,Manoa ,Paititi, y miles de nombres que recibiría la “real” ubicación del legendario lugar y que mantienen un denominador común bajo cualquier forma o denominación: despierta la codicia humana.

La mística del oro ,en casi todas las culturas y civilizaciones ,ha mantenido una extraña relación con el ser humano, despertando su codicia quizás quién mejor lo definió mostrando así el pensamiento de la época fue el navegante al servicio de la corona español Cristobal Colón quién dijo:“El oro es el más exquisito de todos los elementos… Quien posee oro puede adquirir todo lo que necesite del mundo. En verdad, con oro puede usted lograr que su alma ingrese en el paraíso”.