MISTERIOS DE LA CALLE SIERPES

Por: Jose Manuel García Bautista

No son pocos los edificios que tienen la vitola de estar encantados en nuestra particular y serpenteante vía sevillana, quizás el más conocido sea el de la antigua Cárcel Real de Sevilla, hoy uno de los edificios de Cajasol y donde, indiscutiblemente, han ocurrido hechos extraños cuya memoria abarca desde que este inmueble era parte del viejo Banco Hispano Americano, un lugar con tradición y con hechos extraños de los que ya hemos dado cuenta en La Aventura del Misterio y donde, a modo de ejemplo, baste decir que durante unas semanas el subdirector del banco, Pedro Pozuelo, estuvo recibiendo la llamada del otro mundo, a su extensión telefónica, de alguien que había dejado este mundo…

O de cierto establecimiento, activo en la actualidad, donde gusta de aparecerse un sacerdote que, incluso, ha sido captado por las cámaras del comercio… ¿Será por misterios?

Pero hoy quiero detenerme en dos edificios de mucha Historia en Sevilla, dos edificios que nos llevan casi a La Campana pero que son sinónimo de cultura y de clase, me refiero al viejo Teatro Imperial y al edificio que hoy ocupa el Círculo Labradores.

Desde el cariño y respeto que guardo a ambas casas hoy quiero hablarles le hechos insólitos que ocurren en su interior, misterios que, tal vez tengan que ver con su pasado; un pasado que nos lleva a conocer viejos conventos, claustros y casas señoriales, historias trágicas, recuerdos de la infancia y, puede, que hasta la pista de algún fantasma moderno.

El fantasma de Don Lope del Teatro Imperial
El fenómeno paranormal es imprevisible y muchas veces surge cuando menos lo podemos esperar, uno de esos encuentros imposibles tuvo lugar, de forma imprevista, en el transcurso de una presentación de un libro muy especial Sevilla Sobrenatural.

Como en cualquier acto público de estas características hablábamos de misterios, de casas encantadas, de apariciones, muy en relación con el libro que se presentaba que es una recopilación, precisamente, de este tipo de fenomenología. El acto fue en el incomparable marco de la Librería Verbo, en calle Sierpes, donde antaño estuvo el mítico Teatro Imperial de Sevilla.

Antaño, en otros tiempos, se hablaba de hechos extraños que vivían en el interior los trabajadores del edificio, desde sonidos enigmáticos a los que no les encontraban explicación y que, tal vez, achacaban a la antigüedad del mismo, hasta luces que presentaban un mal funcionamiento, pisadas que provenían de nadie, puertas que se abrían y cerraban solas hasta la manifestación de una sombra, calificada, de espectral que se perdía en la zona del escenario.

Todo ello quedó olvidado cuando el Teatro Imperial cerró sus puertas y, tiempo después, quedó abierto como uno de los establecimientos más valorados, en el terreno de las librerías, dentro de la ciudad: Librería Beta. Sus empleados jamás hablaron de sucesos paranormales en su interior, no había referencias ni insinuaciones al presunto fantasma y ello hacía que se diluyera poco a poco en el tiempo y en la memoria de la persona.

Nuevamente el edificio vio como el comercio que albergaba cerró sus puertas –a nivel empresarial– quedando unos años cerrado y en los que se seguía manifestando, según personas relacionadas con el inmueble, ruidos extraños y hasta luces de carácter o naturaleza desconocida.

Pero nos ubicamos, de nuevo, en el presente, y mientras hablábamos de misterios y apariciones de fantasmas en Sevilla observaba con atención como los empleados de la librería prestaban gran atención a lo que se hablaba y para finalizar decidimos hacer una demostración de herramientas de transcomunicación instrumental.

El aparato elegido fue una Spirit Radio la cual, en el transcurso de esa sesión, comenzó a lanzar palabras: «muerte», «estoy sola», «recuerdos», «llevo tiempo aquí», «dejadme», «alejaos»… Fue cuando uno de los responsables del establecimiento dijo: «Aquí siempre hemos tenido a un fantasma al que llamamos Don Lope, y al que se le siente por aquí atrás del escenario y que es conocida por nosotros».

Una empleada añadía: «De hecho hay mañanas que al abrir nos encontramos los libros tirados y cosas, vamos que no echamos cuenta pero que siempre hemos sabido que aquí hay algo… A mí estas cosas me dan mucho miedo».

Ellos nos relataban diferentes experiencias que han tenido en aquel lugar, en el Teatro Imperial, mientras que la Spirit Radio seguía lanzando palabras como «ayuda», «rezad», «acompañada»… Parece que no se trata de un hombre sino de una mujer que parece que es la que se está manifestando en este lugar y que, durante mucho tiempo, ha estado silenciada.

Es curioso ya que el edificio se encuentra justo frente a otro lugar encantado: el Círculo Labradores donde se conoce de una historia tremenda de muertes, apariciones e, incluso, una gran simbología que deriva de haber sido un convento hace siglos.

Es el fantasma de Don Lope, el fantasma que tendría como marco de actuación la Librería Verbo, que más que Don parece Doña y que, de momento, no enturbia demasiado la paz de los trabajadores del edificio.

El enigma del viejo convento
Sólo con salir de la Librería Verbo nos encontramos con el edificio del Círculo Labradores de Sevilla. La realidad de determinados sucesos que acontecen en su interior era conocida por mi persona desde hacía tiempo, testigos y personas que vivieron en el edificio así lo atestiguan siendo innegable, para ellos, sus experiencias.

Tendríamos que revisar, previamente, para saber su Historia que, sin dudas, está relacionado con su presente. Ocupa la esquina entre la calle Sierpes y Pedro Caravaca con acceso a Velázquez y O’Donnell. Fue el rey Alfonso XIII quién otorga a esta noble entidad el título de Real en 1917 destacando la sede en dicha ubicación.

En su día este edificio fue parte del convento agustino de San Acasio tal y como puede leerse en una placa que se encuentra en su fachada. El claustro deja su impronta en el soberbio y llamativo patio central –que hay que observar sus detalles con atención-, obra del arquitecto Leonardo de Figueroa y buena muestra de barroquismo sevillano a base de motivos vegetales.

El edificio tiene tres plantas y destaca por el tono rojizo de su fachada tan habitual en esta parte de la ciudad y en los edificios insignes de la misma.

En cierta ocasión, realizando una ruta de misterios en la zona, pasé por este edificio y una señora, amablemente, me indicó: «Oye… ¿No vas a hablar de lo que pasa en el Labradores?». Mi sorpresa y curiosidad fue grande cuando manifesté mi conocimiento escaso de ello y si de los rumores existente sobre los mismos. La señora espetó: «De rumores nada, eso es verdad que lo he vivido yo en mis carnes».

Fue entonces cuando explicó: «Yo he trabajado ahí durante mucho tiempo y había zonas donde una prefería no pasar, de repente bajaba la temperatura o escuchabas como alguien te hablaba no habiendo nadie cerca o te tocaban como acariciándote…». poniéndose el vello de punta a la buena mujer.

«Los que trabajan aquí saben muy bien lo que pasa, luego públicamente dicen que no pasa nada por no crear miedo o polémica pero vaya… Luego sí que te venían con la cara blanca diciéndote: he escuchado pasos en el pasillo de los presidentes, se me han apagado o encendido las luces del salón de arriba o, lo más fuerte, he visto a una dama en el tramos pequeñito de la parte de atrás que da a escalerita de la entreplanta… ¡Qué me digan que no es verdad!», afirmaba emocionada recordando aquellos pasajes de su vida en el edificio.

Con ese hilo conductor del que poder tirar pasó el tiempo y muchos más eran los testimonios que se agolpaban. Quizás el testimonio más crudo en torno al edificio viene de la familia de un buen amigo que vivió en el inmueble y trabajó en él.

Hablaba con Chari Jiménez que trabajó en diferentes puestos en el edificio hace décadas y que, también llevó la centralita de teléfonos del mismo. Hablando con ella y su hijo Pedro me decía: «Yo conozco muchas cosas de ese sitio y le tengo un gran cariño, por el trato, por los años vividos, por todo. Recuerdo cuando me asomaba a la azotea y mirábamos al edificio de frente que era de una familia bien y estaban también allí arriba. Allí además vivimos una circunstancia dura cuando un familiar falleció en uno de los sillones, lo que da miedo es cuando se pasaba por allí en la fecha de su muerte, a la hora de la misma, se le escuchaba y escucha expirar el último aliento de vida. Vamos que el que se escucha es mi tío».

Y en verdad hay personas que han escuchado ese mismo exhalar la vida e, incluso, grabado alguna psicofonía al respecto que impacta y siembra el miedo.

No es el único testimonio pues otra persona que estuvo, en un pasado, vinculada al bar-cafetería del centro me decía: «Hay veces que estamos aquí tan tranquilos y, de buenas a primeras, se escucha en la planta de arriba, en el salón, un estruendo increíble como si se hubiera caído todo o si estuvieran arrastrando muebles. Es imposible por qué aquí, un día normal o fin de semana, a excepción si hay algún evento, a determinadas horas está todo muy tranquilo y sabemos que arriba no hay nadie. Se sube y revisa el salón y la sorpresa es que no pasa nada ni hay nada movido ni hay ningún destrozo… Es inexplicable pero los ruidos son ciertos como que yo me llamo XXXXX».

No es algo anormal, en muchos edificios donde se manifiesta lo extraño también se viven circunstancias similares, un buen ejemplo de ello fue el edificio del restaurante Viandas en la calles Arguijo, hoy Perro Viejo donde parece que ya no sucede nada –de momento–, o el caso de la Facultad de Bellas Artes donde también se escuchaba el arrastrar de muebles y sillas para comprobar que no pasaba nada o todo lo contrario: no se escuchaban ruidos y al revisar las instalaciones se encontraban con el mobiliario movido por unas manos invisibles.

De la dama de blanco que realiza su eterno caminar por la zona trasera junto a la escalera de la entreplanta poco más sabe, se podría entender como una especie de leyenda en torno a un edificio histórico y como otras tantas que se narran en Sevilla como el caso de la casa encantada de San Isidoro en la misma Fundación Cajasol en la plaza de San Francisco. Una figura luminosa femenina –o al menos con tal apariencia– que recorre un tramo muy corto de la zona porticada del patio para desaparecer. Y pese a que yo lo tildo de leyenda son varias las personas que dicen es tan real como la vida misma e, incluso, invitan a ir a investigar si bien eso ya no queda al alcance de nuestra mano sin autorización previa y expresa.

Recuerdo que junto con la compañera periodista Fina Ruiz tuvimos la ocasión de visitar, hace años, el edificio y estar en la zona del pasillo de los presidentes, llamado así por los retratos que cuelgan de sus paredes.

Se tenía la incómoda sensación de estar siendo vigilados por algo o alguien que no podíamos ver, aunque también podía ser la sugestión de aquel pasillo con tantos ojos pictóricos clavados en el observador. Lo extraño fue que al decir:»¿Hay alguien aquí?». La luz de uno de los aseos –a mano izquierda según se entra– se encendió sola para volverse a apagar. Se volvió a formular la misma pregunta con idéntico resultado por lo que la señal luminosa se interpretó como un sí. Al preguntar: «¿Quieres que nos vayamos?». La luz se volvió a encender.

Pero no lo hicimos si entrar en el baño en cuestión y comprobar el correcto funcionamiento del volumétrico que sólo se accionaba al detectar el IR la presencia de la persona y, en ese momento, hasta nosotros entrar, allí no había nadie y, por supuesto, no se accionaba con comandos de voz… ¿Qué provocó tan atípico funcionamiento? Eso es un misterio.

El edifico además está vinculado a un apartado muy especial de la ciudad de Sevilla, la zona en sí, pues cuando en Sevilla se comenzó ese movimiento que fue el espiritista, tan vinculado a Miguel y Fernando Primo de Rivera, la zona centro, en algunos de sus edificios, fueron pieza claves en aquellas primeras sesiones espiritistas. Todo ello tras unos extraños incidentes en la ciudad relacionados con el viejo cementerio de la calle Amor de Dios donde se aparecía un fantasma y donde la prensa de la época recogió tales comentarios de la ciudadanía que afirmaba haber sido testigo de ello.

Por esa extraña atracción que siente el ser humano por lo desconocido se iniciaron aquellas sesiones al más puro estilo de la Inglaterra victoriana de espiritistas y espiritismo donde el contacto con el más allá era lo que se ansiaba y que, en Sevilla, tuvo como protagonistas a apartadas habitaciones de emblemáticos edificios en la calle Arguijo, Génova (hoy avenida de la Constitución), Alfalfa, calle Alcázares (hoy Santa Ángela de la Cruz) o Sierpes…