INVESTIGACIÓN EN LA ALAMEDA DE HÉRCULES

Por: Jose Manuel García Bautista

En muchas ocasiones el misterio nos asalta donde menos nos podemos imaginar, de forma imprevista y casi sin pretenderlo por parte del investigador. Uno de esos casos es el que les quiero narrar y donde lo imposible se volvió a materializar sin saber cómo ni la razón.

Los fenómenos paranormales, o presuntamente paranormales, son atemporales, no podemos pedir una pauta ni un horario para su manifestación, de ahí lo complejo de reproducir o de estudiar salvo con constancia y esperando a que éste se manifieste.

Junto con el investigador Miguel Ángel Paredes nos encaminamos a uno de los barrios con más solera de la capital hispalense, se trata de la Alameda de Hércules, con toda su Historia y frenética actividad. Allí es donde nos dieron a conocer una serie de fenómenos paranormales, en 2009, en la conocida como “Casa de las Sirenas”. Precisamente a este lugar nos dirigíamos, para una exposición, cuando en el camino nos detuvo una persona, Roberto F.R. El frío azotaba aquel basto espacio y más frío nos iba a dejar este amigo con lo que nos iba a narrar.

Roberto vive en un punto determinado de la Alameda –que no estamos en disposición ni autorizados a desvelar- y en su domicilio, nos narraba, ocurren una serie de sucesos que van más allá de lo racional y que él no se había atrevido a hablar con nadie “ya que me tomarían por un loco”.

Este testigo nos decía que estando en el piso junto a su novia, una noche, dormidos, fueron despertados por lo que parecían pisadas en el pasillo: “pensé que podían tratarse de pisadas en el piso superior pero me extrañó. La vecina de arriba muchas veces camina a altas horas de la noche y arrastra muebles debido a que padece una enfermedad psíquica”. En aquella ocasión no atiende más a aquel ruido y sigue en la cama retomando en reparador sueño.

Pero la vecina falleció dos semanas después de sentir aquellas pisadas y fue cuando los sonidos de “sentir caminar por el pasillo” se recrudecieron. Roberto se levantó de la cama y fue al salón buscando el origen de aquellas extrañas pisadas inexcusablemente en si piso. Fue entonces cuando “vi cómo una de las sillas de su casa se estaba moviendo sola, me entró el pánico y encendí corriendo la luz del salón, pero no había absolutamente nadie y la silla seguía desplazándose poco a poco”.

Aterrorizado se fue al balcón y como puso, presa de los nervios, encendió un cigarro tratando de ordenar sus ideas y dar una explicación a lo que había visto. Tras tranquilizarse un poco volvió al salón y vio, de nuevo, como la silla se seguía moviendo.

Pensó en su novia sola en la habitación y acudió con celeridad a la misma, se acostó y se “tapó hasta las orejas”. En ese momento “escuché un suspiro muy profundo y sentí un escalofrío aterrador. Cuando me destapé un poco mi sorpresa fue mayor cuando junto a mi novia vi una silueta blanquecina y traslúcida que estaba inclinada y levitando delante de ella y que parecía como de la estatura de un niño”.

La reacción de Roberto fue la lógica en cualquier persona no habituada a este tipo de encuentro: “al verla no pude articular palabra de lo sorprendido que estaba -no fue ninguna parálisis del sueño lo que sufrió-. Me levanté en ese instante ese ente, o lo que fuera que estuviera allí, me miró y despareció”.

Las sorpresas ese día no quedaron ahí. De repente, en las cercanías del domicilio de su madre sentimos alguien que gritaba… El investigador Miguel Ángel Paredes lo narraba así: “estábamos cerca de la casa de la madre y me dirigí a saludarla ya que conocía a toda su familia y muy bien cuando, de repente, escuchamos un grito, ese grito procedía de la vivienda de la madre y era de su hermana. Cuando nos dirigimos corriendo a ver que es lo que ocurría vimos a la hermana temblando, sudando como si le hubieran tirado un cubo encima y llorando, sentada en los pies de la cama, diciéndonos “¡Pero no la veis!”. Le dije “¿A quién?” y su contestación fue “a esa mujer de pelo largo y vestida de negro”. Estaba muy asustada”. El investigador trató de calmar a la chica y le dijo: “¿Pero no ves que solamente estamos nosotros aquí y que no hay nadie más?” y la respuesta fue: “no está ahí de pie junto a vosotros”.

Esta experiencia se repitió en otras ocasiones más y confesó que habría practicado la ouija repetidas veces y desde entonces ocurrían “cosas muy raras”.

Fenómenos extraños, inexplicables, que tienen lugar en la zona de la Alameda de Hércules de Sevilla, un lugar emblemático donde las investigaciones están abiertas tratando de resolver, de forma racional, unos casos cuya explicación no parece de este mundo.