FENOMENOS PARANORMALES EN EL MUSEO OCAÑA

Les quiero hablar de fenómenos extraños en un museo ubicado en la provincia de Sevilla y en la localidad de Cantillana. Hace ya unos años que se inauguró y siempre fue objeto de miradas pues rendía -y rinde- tributo a un pintor tan excéntrico como original como era José Pérez Ocaña.

Por: Jose Manuel García Bautista

El caso ha saltado a luz pública como consecuencia de un programa de televisión de misterios, nacional, que recoge diferentes hechos acaecidos allí y grabado hace unos meses. No obstante el caso no es nuevo, ni mucho menos, y se conocía desde hacía tiempo los fenómenos inexplicables que, presuntamente, ocurren en su interior.

El pasado mes de octubre, para Halloween, se celebraron unas jornadas de misterio en Cantillana, organizadas por mis buenos amigos Fran Abad y José J. Villalón, del programa «Ciencia y más allá«, en ese cartel compartíamos espacio Fede Padial, Sergio Ruiz, José Luis Hermida y yo mismo. En los intermedios que se hacía entre ponencia y ponencia se acercó a mí un amigo, Diego Ruiz, que me dijo: «¿Sacas la investigación que hicimos en el convento?» y mi respuesta fue un lacónico «no». Él se quedó con la cara «descuadrada» y me espetó: «¿Y eso? Si han estado aquí grabando con José Luis Hermida y todo, vamos, con el que da la última conferencia». Mi respuesta fue inmediata: «Nos dijeron que debía ser una investigación confidencial y que no podía salir en ningún sitio, aunque en el programa de radio dejamos caer algo no se llegó a tocar y se respetó la palabra dada». Mi amigo, que me sirvió de llave para investigar este caso, comprendió el alcance de mis palabras y acabé de saber más pormenores del mismo.

Cronología de una investigación

En el año 2016 Diego se puso en contacto con mi persona indicándome que un edificio de Cantillana sucedían hechos extraños o, al menos, los compañeros, habían tenido «sensaciones extrañas» y vivido «sucesos que no logran explicar». Debido a aquello me decía: «Por cuestiones de trabajo tengo acceso al lugar que era un convento y que te puede resultar interesante. Si te animas dímelo y te llevo, entras y haces las pruebas que tengas que hacer».

En aquella fecha salíamos de haber realizado, meses antes, dos investigaciones muy importantes en lugares pertenecientes a Patrimonio como son el Monasterio de San Isidoro del Campo y las Ruinas Itálica, que precisaron de mucha burocracia para obtener el permiso, mucha espera y que, finalmente, se extendió la autorización para ambos lugares a mi nombre. Tras aquello seguimos con diferentes investigaciones y esta no estaba en la hoja de ruta. Diego me decía: «Esto es en el antiguo Convento de San Francisco, que además tiraron la iglesia hace ya tiempo y vete tú a saber lo que va a ser de él». Siempre me han gustado este tipo de lugares, de hecho me recuerdan a la investigación en el convento de Olivenza, en Badajoz (Extremadura) y los hechos que pasan en su interior. Así que acepté esa propuesta.

El convento data del siglo XVII, del año 1608, cuando se pidió permiso a los Condes de Cantillana para establecer una sede de la orden francisca en el lugar. Se construyó el convento y en el siglo XX se le añadió la nave la iglesia del convento. En la Guerra Civil se destruyó la torre del campanario y, posteriormente, en 1960 pasó a ser un colegio de niñas regentado por monjas.

El edificio que sirvió de templo era el único elemento que se conservaba del primitivo cenobio, ya que el resto del mismo fue remodelado a mediados del siglo XX y utilizado como convento y colegio por la Orden de Madres Teatinas. Pero el tiempo no lo trató bien y pasó a ser un almacén municipal y, posteriormente reconvertido a «multiusos» con carácter social.

Se despojó al convento de retablos, ornamentos e imágenes religiosas y se dispuso a esos fines indicados.

Testimonios de lo imposible

Pero en las tareas de documentación del sitio Carmen Sánchez me decía: «mi hermana y yo estuvimos en el colegio unos años, allí imagínate que te enseñaban lo típico, y a coser y de paso te trataba de «pescar» para la orden. Pero las niñas allí lo pasábamos mal porque se sentían cosas raras, tan pronto estabas sentada y te venían unos olores raros o un frío de muerte. Y mi hermana, que en paz descanse, llegó a ver una monja por uno de los pasillos de abajo. Cuando le vi la cara, aterrada, le dije «claro, aquí que vas a ver, o monjas o niñas…». Pero ella me dijo que no, que era un fantasma y que se perdió en el pasillo. Con espanto me dijo: «Que aquello, Carmen, era un fantasmas» me dijo» decía nuestro testigo.

Diego me indicaba ya en el lugar: «Mira, haciendo aquí unas cosillas estaba en una escalera y le pedí a mi compañero los alicates. Puse la mano detrás y me pudo el alicante en la mano. Le dije: «Tío, estás helado» y nadie respondió. Entonces me di la vuelta y miré y no había nadie. Le pegué una voz y llegó y le dije: «Tu me has puesto ahora mismo el alicate en la mano, ¿verdad?» y me dijo que no, que no, que él estaba fuera y que no», pero no se acaban ahí los hechos extraños.

«En esos mismos días se me hizo tarde la faena y me quedé un rato más, sentí unas pisadas que iban aceleradas y miré, entonces vi a una monja que iba por el lado y que se perdía en una zona que no había nadie. Recogí mis cosas y me fui, no quise saber nada más de ello».

Comprobaciones e investigación

En el sitio pude comprobar que la arquitectura deja aún muestras del paso del tiempo. Cuando te quedas solo en el mismo puede escuchar lo crujidos de su cubierta, el frío de las paredes, de sus muros, que es de los que calan o, simplemente, te sientes acompañado.

Realicé pruebas psicofónicas, con mi grabadora digital, una potente Zoom y recurriendo a lo artesanal con mi una grabadora de casete. En aquellas inclusiones obtuve dos muestras, una en cada. En la primera (digital) se «coló« una voz que decía: «Alejaos», y en la de casete, débilmente, una que parecía decir «madre». Me sorprendieron aquellos resultados y en el análisis del sonograma quedaba claro que se trataba de algo extraño, de un parámetro psicofónico.

En las fotografías nada anormal, suelen salir esferas de luz que no hay que confundir con orbes pues las provoca el mismo polvo y partículas en suspensión.

Pasó el tiempo y en 2018 se inauguró allí el Museo de Ocaña, sus fetiches y su obra, 54 pinturas, fotografías, carteles, objetos que hacen que sea tan colorista como encantado y que se sepa de lo que sucede en su interior desde hace años. La pregunta es: ¿Quién se manifiesta en su interior?

En la parte trasera del convento se encuentra un desconocido camposanto con enterramientos infantiles, estando el museo en el conjunto y cerca del huerto con los mismos.

El Museo recibió en abril de este año la colección de imágenes de Ocaña que la fotógrafa catalana «Colita» donó al esta localidad para exponerla en el Centro de Interpretación Ocaña Cantillana (CIOC) y que dota de un atractivo mayor a ese museo con estas 27 fotografías de gran formato y que mantienen más vivo el recuerdo del artista cantillanero abanderado del vanguardismo y libertad de expresión en su época.

Sobre Ocaña, en su inauguración, el consejero de Cultura, Miguel Ángel Vázquez, destacó ayer en la inauguración del Centro de Interpretación Ocaña de Cantillana (CIOC) la trayectoria de «un artista vanguardista y transgresor», que «supo defender sus ideas y siempre apostó por un mundo más abierto y tolerante».