EXPEDIENTES X EN ANDALUCÍA

Por: Jose Manuel García Bautista

Hacemos un viaje por la Comunidad Autónoma de Andalucía para descubrir algunos misterios insondables que, aun hoy, siguen originando situaciones más propias de la ficción que de la indiscutible realidad.

Todas las ciudades de España guardan un secreto, un enigma por resolver, una casa encantada, un lugar aparicionista o un punto caliente para los “No Identificados”, sea como fuere son lugares que, muchas veces, pasan inadvertidos y tiene todo un misterio que mostrarnos, en algunos casos auténticos expedientes X.

Hacemos un viaje por la Comunidad Autónoma de Andalucía para descubrir algunos misterios insondables que, aun hoy, siguen originando situaciones más propias de la ficción que de la indiscutible realidad.

El fantasma del Teatro Cervantes de Almería
Desde que escuche la historia de los fenómenos paranormales no me ha dejado de sorprender por la cantidad de hechos que se concurren y que le confieren un carácter excepcional.

En el Paseo de Almería encontramos una zona de ocio en el que destaca un conjunto de edificios en el que tienen especial relevancia el Círculo Mercantil e Industrial y el Teatro Cervantes.

Es en éste último donde nos vamos a detener, un edificio tradicionalmente encantado que encierra una evocadora historia de fantasmas.

Fue construido en el año del desastre, en 1898 con diseño del arquitecto Enrique López Lluch y que estaba llamado a cubrir las necesidades de la ciudad. Aunque fue en 1921 cuando se produce su inauguración. Un año después llega a la ciudad la afamada compañía teatral Tudela-Monteagudo, entre las obras a interpretar estaba la muy esperada “Santa Isabel de Ceres”. Esperada pues era polémica ya que se trataba unas prostitutas que trabajaban en un burdel contando las aventuras y desventuras de unos hombres viciosos. La obra se centra en la historia de un pintor que se enamora de una de las chicas “de vida alegre” e intenta sacarla de allí. Evidentemente en la España conservadora y católica se consideraba inmoral y se trató de boicotear, aunque ello sólo hizo incrementar el interés y el morbo por presenciarla.

En la promoción que se hizo se llegó a decir que en “Santa Isabel de Ceres” se verían disparos que parecerían reales así como innovaciones sorprendentes en el escenario, y se fechó su estreno para la noche del 21 de enero de 1922.

En aquella compañía estaba al artista local Concepción Robles Pérez, que se trasladó a Madrid para perfeccionar sus dotes interpretativas y regresaba a su tierra natal. Conchita Robles, era bella y de gran talento, siendo un atractivo más de la obra.

Pero también había un lado negativo, Carlos Verdugo era su marido y comandante de la caballería granadina de los Húsares de la muerte, que había llegado a la capital a dar muerte a su esposa motivado por unos celos que originaron unos rumores intensos que afirmaban que ella tenía un romance con uno de los actores, para complicar aún más la situación ella había solicitado la separación matrimonial, la situación era insostenible.

Carlos Verdugo ya había maltratado, en alguna ocasión, a Conchita, y ella tenía miedo pues también había intentado matarla. Con esa preocupación se avisó a los empleados del teatro por si se le veía en las representaciones. Pero el marido logró colarse engañando a un portero haciéndose pasar por un empresario teatral gaditano que quería contratar a Conchita.

Con esa excusa, y después de haber ingerido mucho alcohol, buscó acomodo en la zona más cercana a la salida de emergencia y esperó el inicio de “Santa Isabel de Ceres”. En aquel teatro se dieron cita altas personalidades de Almería y su provincia.

Al escenario compareció Conchita Robles que estaba magnífica. Carlos Verdugo se escondió tras el escenario para encontrarse con Conchita Robles cuando ésta volviese de los camerinos para entrar en la segunda escena. Llevaba una pistola y apuntó a su esposa, ella, presa del pánico, buscó refugio tras el encargado de la cartelería de la obra, Manuel Aguilar, de 16 años, creyendo que no dispararía. Pero el comandante disparó contra Manuel impactando en su pecho. Conchita buscó en su huida el escenario, cubierta de sangre, y se derrumbó en el centro del mismo. Estaba herida de muerte. El público pensó que era parte de la obra levantándose y aplaudiendo creyendo que era una de las sorpresas anunciadas y “de gran realismo”. Manuel salió tras el telón manchado de sangre y gritando “¡los disparos son de verdad!”.

El pánico se apoderó de los asistentes a la obra que trataban de huir mientras un médico accedía al escenario, era José Gómez Campana que con ayuda del director del diario almeriense “El Faro”, Sixto Espinosa, trataron de reanimar a Conchita que agonizaba allí mismo.

Carlos Verdugo colocó su pistola en la cabeza buscando una salida rápida, un suicidio, pero sólo perdió el ojo derecho, debió temblarle el pulso finalmente. Se le apresó y llevó al hospital para posteriormente ser condenado a dos cadenas perpetuas. Años después escribió sobre las razones de aquel terrible asesinato y su obsesión por matar a la que fue su esposa y destacada actriz.

El joven Manuel Aguilar murió seis horas más tarde en el Hospital Provincial abrazado a una cruz.

Marcelo era un brasileño que vivió muy de cerca fenómenos extraños cuando le desaparecían las herramientas, se abrían y cerraban las puertas o vio como el cuadro de sonido se abalanzaba sobre él. Se fue del lugar negándose a trabajar más allí.

Manuel Tripiana es otro de los trabajadores que vivió sus manifestaciones en el Teatro Cervantes. Pudo escuchar susurros, pasos en el piso superior, luces que funcionaban inteligentemente sin que nadie actuara sobre ellas… Incluso, una noche, pidió una señal si había alguien allí y obtuvo como respuesta el movimiento circular de una silla que colgaba de una de las cuerdas situadas entre bambalinas.

Se llegó incluso a ver a una mujer con un pañuelo en la cabeza, como se caracterizaban en la obra “Santa Isabel de Ceres” las actrices.

También, en época reciente, Antonio Asencio, propietario del teatro, vio como caían un bien número de carteles, no le dio importancia hasta que tuvo conocimiento que Manuel Aguilar era la personas encargada de los programas de mano y los carteles.

No finalizan ahí los hechos misteriosos ya que trabajadores como Pepe González, han visto en el teatro a un hombre al que le faltaba un brazo y la parte inferior del cuerpo, vestido de forma elegante y que identifican con Manuel Orozco, antiguo propietario del Teatro Cervantes.

Otros hechos luctuosos sucedidos fue el suicidio de un tramoyista en los años 40 optando por ahorcarse de una de las cuerdas del escenario o de la construcción del edificio en lo que antaño fue un cementerio árabe.

Dicen que el fantasma de Conchita deambula por el edificio, y no sería de extrañar si tenemos en cuenta su trágica muerte.

La misteriosa Casa de los Espejos en Cádiz
En la bella ciudad de Cádiz, la “Tacita de Plata”, nos encontramos historias que cabalgan entre la leyenda y la realidad, historias que han dejado un aura de misterio e intriga en todo aquel que se acerca a ella o las conoce. En la bella ciudad gaditana nos encontramos con historias paranormales tan singulares como la de la Casa Cuna o la Casa del Obispo, sin exceptuar el misterio que entraña la explosión de Cádiz de 1947.

Pero en Cádiz también encontramos otra historia que no puede menos que sobrecogernos. Esa historia no dice que cerca de la Alameda, frente al monumento del marqués de Comillas junto al mar, podemos encontrar una antigua casa abandonada de la cual cuentan que está encantada. La llaman “La casa de los espejos” y se cuenta que en ella vivió un capitán de barco con su esposa y su hija; la hija le pedía a su padre que cada vez que volviese de algún viaje este le trajese un espejo.

El tiempo pasaba y aquella niña se convertía, poco a poco, en una mujer, una mujer bellísima y una hija ejemplar. Su padre sentía adoración por ella y seguía con aquella costumbre de años de regalarle un espejo allá donde viajara, allá donde navegara en el mundo.

La madre comenzó a sentir celos de la joven, tanto que creía que su marido ya no la amaba y que ese amor lo tenía todo la figura de su hija… En ausencia del marino las discusiones entre ambas no cesaban y un mal día se le ocurrió acabar con todos sus problemas: envenenaría a la joven.

Al cabo de unos meses el marino llegó a casa y su esposa, entre lágrimas, le narró la amarga experiencia de la extraña enfermedad que había contraído la joven y que había acabado con su vida… Una enfermedad muy grave contra la que nada pudieron hacer. El hombre lloró con amargura la muerte de su hija y una noche, mirando uno de tantos espejos traídos de lejanos lugares contempló una imagen que le aterró: vio como la madre envenenaba a la joven y esta moría. Entendió la verdad de lo sucedido.

La asesina fue encarcelada tras confesar muriendo en presidio; el amargado marino tomó su barco y desapareció para no volver jamás a la llamada Casa de los Espejos, una casa que, dicen, está encantada y deshabitada.

Los que hablan de fantasmas en su interior narran misteriosos relatos en los que se escuchan pisadas y llantos en el piso superior, en una zona donde se encontraba la habitación de la joven y cuyas paredes están cubiertas de espejos fruto del amor de su padre, dicen que, a veces, esos espejos reflejan una realidad ocurrida hace años y que tuvo como trágica consecuencia la muerte de aquella hermosa joven a manos de su celosa madre.

La casa de las brujas de Córdoba
Se encuentra en el número 4 de la calle Padre Miguel Molina antes llamada de la taquilla cuya historia es curiosa es esas que a uno le estremece y que, sin duda, hace que pensemos si tras las leyendas e historias de antiguas brujas se esconde algo más.

Nos ubicamos en la localidad cordobesa de Montilla, allí vivían “Las Camachas”, una casa que era es conocida como tal y que tenía en Leonor Rodríguez a su protagonista.

Nacida en el año 1582 fruto del matrimonio de Alonso Ruiz Agudo y Elvira García, recibía el nombre y el primer apellido de su abuelo García Camacho. Comenzó a forjarse ya fama de hechicera, de una mujer que estaba en contacto con aquella parte más esotérica y más misteriosa, tal vez la que más inquietaba a sus vecinos.

Comenzaron a tenerle miedo y es que ya con sólo cinco años, cuando se marcha a Granada, tenía la vitola de ser “especial”. En la ciudad de la Alhambra perfecciona el arte secreto que escondía y aprende a hacer los ungüentos de la brujería.

Leonor está preparada y comienza a visitar otros puntos de la Península Ibérica en los que también se perfeccionó y estuvo en contacto con otras personas. Su conocimiento creció pero también crecía su fortuna ya que eran muchas las personas que le encargaban trabajos en contra de otros vecinos.

Necesitaba ayuda y comenzó a “dar clases” a alumnos, contaba con una habitación repleta de utensilios de cocina, animales, vasijas, todo para hacer los rituales de brujería que llevaba a cabo. Aceptó a dos chicas que tuvieron tal simbiosis con Leonor que se hicieron llama “Las Camachas” y que causaban mucho temor en Montilla.

Pero la situación era insostenible y los padres jesuitas la denunciaron a la Inquisición. Los vecinos más temerosos fueron a testificar contra ella con el oscuro deseo que la encarcelaran y quedar libres de sus sortilegios.

Leonor fue condenada en 1572, sus bienes embargados, impuesta una multa de cincuenta mil maravedíes y un destierro de 10 años de duración, fue azotada delante de todo el pueblo y juró gritando venganza contra quienes la habían acusado añadiendo que nadie podría jamás vivir en su casa tomada y habitada por demonios pese a que ella negó las acusaciones que le señalaron como bruja.

Falleció en el año 1585 a la edad de 53 años, en su casa muchos no pudieron llegar a vivir porque decían que percibían la negatividad, la oscuridad.

La vieja casa del siglo XVI fue restaurada y hoy puede ser visitada para contemplar su patio andaluz con un pozo en el centro junto a las muchas macetas que decoran las paredes. Hay un lugar temido: su sótano, allá donde dicen que estaban guardados los secretos rituales de “Las Camachas”, rituales de brujería y hechicería.

Su fama fue inmortalizada por Miguel de Cervantes quien en su obra “El Coloquio de los perros” narra la historia de la bruja más famosa de Montilla.

Andalucía es tierra de misterios en un viaje que no acaba aquí…