EL NIÑO ESPECTRAL QUE ACOMPAÑÓ A LA ESPERANZA

Por Jose Manuel García Bautista

Más allá de la fe, más allá de la vida.

En ocasiones las más hermosas historias espectrales, al más puro estilo de Gustavo Adolfo Bécquer, tienen que ver directamente con el fervor y la tradición, con la Sevilla más popular y la más populista, con la Sevilla que derrama lágrimas de cera allá cuando la primavera hace acto de presencia.

 Lo que les voy a narrar es un hecho verídico, como pueden atestiguar aquellos que fueron testigos y partícipes de la experiencia que me dispongo a contarles. Fue el compañero Miguel Roda, en los estudios de Radio Betis, quién me hizo partícipe de ella y aún recuerdo su rostro vivamente impresionado y los bellos de punta… “José Manuel, ¿vas a escribir algo sobre lo que sucedió en la madrugá con la Esperanza de Triana?”. Mi respuesta fue inmediata: “No. ¿Qué pasó?”. Y él, sabiendo de mis aficiones y pasiones me dijo: “Sucedió hace un par de años, algunos aún se le saltan las lágrimas cuando escuchan esta historia… Al salir la Esperanza de Triana se le pegó a uno de los zancos un niño de unos diez años, el crío permaneció allí hasta que entró en carrera oficial y le dejaron estar allí pues creían que podría ser el hijo de uno de los costaleros que iba bajo la trabajadera del paso… Sea como fuere, al salir de la Catedral, el niño volvió a colocarse en el mismo sitio llamando la atención de capataz y contraguía… Siguió avanzando la noche y la Esperanza entraba en su barrio, en Triana. El capataz y sus auxiliares comenzaron a inquietarse por aquel niño que, sin descanso, seguía allí, y Paco (Ceballos) pensó en dirigirse al niño para ver si podía ayudarlo en algo… Fue hacia aquel zanco y le dijo: “Hola, ¿va tu padre debajo?” y aquel niño de forma amable, casi risueña, le dijo: “no, mi papa murió”. Al capataz se le hizo un nudo en el alma y decidió dedicarle una levantá en honor de aquel costalero fallecido y de la fe de aquel niño: “Vamos a dedicar esta levantá por un hermano que nos ha dejado”… “Y el paso se elevó al cielo eterno de Sevilla entre olor a azahar…

Pero lo más curioso llega en ese último momento cuando el capataz se dirige al niño y este ha desaparecido… Desaparecido en una calle acordonada por las vallas burdeos del Ayuntamiento de Sevilla y sin que nadie lo viera, simplemente se había desvanecido… Apareció igual que desapareció…

Desde entonces se le conoce como el niño fantasma y, sin dudas, pasa a engrosar la enorme lista de fenómenos imposibles en torno a nuestra particular Semana Santa.

Comido por la intriga pregunté a Miguel Roda (Miki)… “¿Estás seguro de lo que me estás contando?” Y Miguel señalándose los bellos del brazo me responde: “Aún estoy impresionado mientras te lo cuento, consúltalo”. Y consultados a miembros de la cuadrilla ratifican punto por punto la historia singular de una noche singular…

Gloria a la fe inquebrantable de un niño que guarda la memoria de su padre allá donde esté y venga del mundo que venga…

Aún hoy son muchos los hermanos nazarenos y costaleros de la hermandad que tienen vivo el recuerdo de aquel niño, para unos un fantasma, para otros un “ángel”; sea como fuere, algo muy extraño sucedió aquella madrugá en Triana.