EL MISTERIO CÁTARO

Por: Jose Manuel García Bautista

Cuando uno viaja por el Sur de Francia y contempla sus bellos paisajes admira el poder de la Naturaleza y, ¿por qué no?, el poder de Dios, porque sin dudas en Dios debían pensar aquellos hombres que dieron su vida por un ideal, por el valor de su Fe…

Viajaba hacía Rennes-le-Château mientras François Durrant, mi acompañante me iba narrando lo que íbamos viendo en aquellos verdes parajes. En Carcasonne me hizo de guía improvisado por un lugar que conoce como nadie: su recinto amurallado y la historia que encierra, con un poder y un misterio que creo que pocas localidades pueden encerrar… o entender. Y pronunció una palabra que en aquel viaje cobró especial significación: cátaros.

Los cátaros o albigenses fue un movimiento religioso gnóstico muy popular en la Europa del medievo, sobre todo en la mitad occidental. El término albigense se debe al cronista Geoffroy du Breuil of Vigeois en el año 1181 debido a la ciudad occitana de Albi (o Albiga) aunque su centro cultural estaba situado en Tolosa (Toulouse, Francia), también se les llamaba paulicianos. Corría el siglo X y los miedos del milenio turbaban las mentes de los religiosos de la época así como de la nobleza y el pueblo. Sobrevivieron a las manías persecutorias de aquel envite y lograron establecerse en la zona del Languedoc francés, en las denominadas como tierras del Mediodía francés gozando de la protección de los señores feudales afines a la Corona de Aragón.

Sus orígenes perseguidos también hay que encontrarlos en las herejías maniqueas bizantinas teniendo muchas afinidades con los bogomilos de Tracia y los referidos paulicianos. Los primeros cátaros aparecieron en Lemosín hacia el año 1012, más posteriormente aparecieron en otras localidades cercanas teniendo allí su centro cultural. No obstante el Sínodo de Charroux y de Tolosa en los años 1028 y 1956 condenaron a los cátaros y a la influencia Occitana… quizás por qué la nobleza de Occitania encabezada por el duque de Aquitania creía firmemente en sus predicamentos contemplándonos de forma beneficiosa para sus territorios.

Las creencias cátaras se apoyaban en la idea de una dualidad creadora (Dios y Satanás) mientras predicaba la salvación mediante vía ascetismo rechazando del mundo material que era considerado como demoníaco. Evidentemente era seguido por una minoría –muy entre comillas– y la Iglesia Católica consideró un práctica y doctrina como heréticas… en un tiempo en el que el poder de la Iglesia era casi absoluto… y no se admitían otros credos bajo la acusación de herejía que era un pasaporte a la muerte.

La herejía cátara hundía sus raíces en el gnosticismo y el maniqueísmo, siendo radicales en su forma de entender la Fe. Para ellos lo material, lo físico lo creó Satán, al estilo del Demiurgo de los gnósticos. «El Reino de Dios no es de este mundo. Dios creó cielos y almas. El Diablo creó el mundo material, las guerras y la Iglesia Católica». La Encarnación de Cristo era un medio de corrupción para los cátaros ya que el cuerpo físico sólo es una envoltura de la simiente angélica. Para ellos «el pecado se produjo en el cielo y que se ha perpetuado en la carne». Además para los católicos, «a fe en Dios redime, mientras que para los cátaros exigía un conocimiento del estado anterior del espíritu para purgar su existencia mundana».

Para los cátaros «las almas se reencarnarían hasta que fuesen capaces de un autoconocimiento que les llevaría a la visión de la divinidad y así poder escapar del mundo material y elevarse al paraíso inmaterial. La forma de escapar del ciclo era vivir una vida ascética, sin ser corrompido por el mundo», todo ello según sus Perfectos que eran los herederos de los apóstoles, pudiendo «anular los pecados y los vínculos con el mundo material de las personas».

La ceremonia de eliminación de los pecados se llamada consolamentum y se otorgaba a las personas en trance de muerte. Tras recibirlo el cátaro era animado a dejarse morir para evitar la contaminación tras el rito, contaminación que introduciría mediante los alimentos…

Los cátaros también negaban el bautismo por ser mediante el rito de la purificación del agua y en su doctrina ser un elemento impuro así como ser tenido por una creación de Juan el Bautista y no por Jesuscristo. Abolían el matrimonio con fines de reproducción ya que era «un error traer un alma pura al mundo material y aprisionarla en un cuerpo». También rechazaban comer alimentos como los huevos, la carne y la leche.

En ascetas, castos y vegetarianos además «interpretaban la virginidad como la abstención de todo aquello capaz de terrenalizar el elemento espiritual». Además creían que Jesús no se hizo hombre para salvar a la Humanidad de sus pecados sino que fue una aparición que pretendía mostrar el camino a Dios, el camino correcto.

Todo ello molestaba profundamente a la Iglesia así como el número de adeptos que tenía, pero también era objetivo de la Iglesia acabar con cualquier competencia sirviéndose para ello de las leyes eclesiásticas y de la acusación de herejía… Peor aun cuando llegó a oídos de los jerarcas de la Iglesia otro de los preceptos cátaros: «creían que el dios Yahvé descrito en el Antiguo Testamento era realmente el Diablo, ya que había creado el mundo y debido también a sus cualidades («celoso», «vengativo», «de sangre») y a sus actividades como Dios de la Guerra». Y los cátaros negaban el Antiguo Testamento… Además les estaba prohibido jurar con lo cual jamás hubieran jurado en falso los preceptos de la Iglesia Católica…

En el año 1209 la Iglesia pide la ayuda a la monarquía francesa para erradicar el catarismo y se organiza la llamada Cruzada Albigense. Ello supuso que su práctica fuera casi penada y llevada a lo secreto, a lo clandestino… incluso el término cátaro era asociado a lo que precisamente el catarismo combatía: el Demonio. También era llamada la secta de los tejedores por el hecho de ser los tejedores y vendedores de tejidos sus principales difusores en Europa occidental. Corría el último tramo del siglo XIII.

Llegados a este punto el papa Eugenio III en el año 1147 conminó a los afectados en la fe católica a detener el movimiento cátaro. Se registraron éxitos en acciones de Bernardo de Claraval, del cardenal Pedro a Tolosa y Tolosado en 1178 y del cardenal Enrique, de Albano en 1180 y 1181, eran misiones armadas pero no lograron extinguir el catarismo.

Se realizaron diferentes concilios, nuevos concilios como el de Tours en 1163 o el Tercer Concilio de Letrán en 1179, pero nada detuvo a los albigenses hasta la llegada de Inocencia III mediante la definición de fe del Cuarto Concilio de Letrán.

Hubo voluntad por resolver el conflicto cátaro por cauces pacíficos pero la solución no parecía cercana… Inocencio III otorgó permisos para que bajo el miedo a la excomunión pudiera convencer a los infieles… por no decir –en la época– aquello de herejes. Pero la nobleza seguía apoyando a los cátaros e incluso una parte del clero de Occitania contemplaban con buenos ojos a aquella pacífica gente.

Se excomulgó al conde de Tolosa Raimundo VI en el 1207 vía Pedro de Castelnau, monje del Cister… Y comenzó el año de sangre ya que el legado fue asesinado en las proximidades de la abadía de Saint Gilles el 14 de enero de 1208, este hecho desencadenó la llamada Cruzada Albigense.

Felipe II de Francia dirigiría aquella cruzada pero este rechazó al estar enfrentado en ese momento con Juan Sin Tierra, así tras rechazar a Pedro el Católico, que juró lealtad a la Santa Sede y a cuyos dominios pertenecía el asentamiento cátaro, la Iglesia se encontraba ante la tesitura del liderazgo de aquella cruzada que finalmente recaería sobre Felipe II de Francia, Pedro el Católico y Alfonso II de Provenza, hermano de rey de Aragón.

Aunque se organizaron matrimonios de conveniencia para aunar reinos y poder con el que combatir un posible ataque nada parecía detener aquella cruzada. Raimundo VI de Tolosa dirige el ejército cruzado a Trencarel con el conde de Valentines, el conde de Auvernia, el vizconde de Anduze y los obispos de Burdeos, Bazas, Cahors y Agen.

Se produce la batalla de Béziers, pretendía acabar con los habitantes de las bastidas o villas fortificadas que se les resistieran, muchas se rindieron sin combatir a excepción de Carcasona rendida por falta de agua. Simón de Montfort conquista los bastiones cátaros de Bram, Minerva, Termes, Cabaret y Lavaur entre 1210 y 1211, es el momento en el que se actúa contra los cátaros, condenándoles por herejía a morir en la hoguera.

En 1213 Inocencio III traza la paz en la zona del Languedoc sin embargo Pedro el Católico y Simón de Montfort (polos opuestos), en el sínodo de Lavaur, rechazan la conciliación, así el rey aragonés se declara protector de todos los barones occitanos amenazados y del municipio de Tolosa. La situación armada era extrema y estalla en la batalla de Muret, el 12 de septiembre de 1213, Pedro el Católico defensor de Raimundo VI y de los poderes occitanos, es derrotado y asesinado y Simón de Montfort entra en Tolosa acompañado Pedro de Benevento, nuevo del nuevo legado papal, y del hijo de Felipe II Augusto de Francia, Luis. El Cuarto Concilio de Letrán en noviembre de 1215 de desposee del título de conde a Raimundo VI y reconocería a Simón de Montfort como conde de Tolosa.

En 1217 se declara una nueva revuelta en Languedoc dirigida por Raimundo el Joven –Reimundo VII de Tolosa– que acaba con la vida de Simón de Montfort y devuelve al trono de Tolosa a Raimundo VI, padre de Raimundo el Joven. En 1229 finaliza la guerra en virtud del Tratado de París, por el que se desposeía a la Casa de Tolosa de buena parte de sus feudos y a la de Beziers dominada por los Trencavel de todos sus bienes.

La Santa Inquisicón comenzó a operar en aquel año en el sur de Tolosa, Albí, Carcasona y otras ciudades durante todo el siglo XIII y gran parte del XIV, y el movimiento se fue debilitando hasta casi su desaparición… En el 1243 se comienza a hostigar Montsegur dándole sitio, durante un año se mantuvieron sitiados por las tropas del senescal de Carcasona y del arzobispo de Narbona. El 16 de marzo de 1244 fueron apresados diferentes líderes cátaros junto con sus seguidores que fueron quemados en el denominado prat dels cremats (prado de los quemados) al pie del castillo.En el Concilio de Narbona en 1235 mediante la bula Ad extirpanda (1252) se decretó castigos contra todos aquellos que fueran encontrados sospechosos de simpatizar o ayudar a los cátaros.

Sin embargo la Historia también nos cuenta, en torno a ello, cmo el acontecimiento más aterrador en torno a los cátaros fue aquel que se vivió el 16 de marzo de 1244, en Montsegur resistían los últimos cátaros que eran asediados por las tropas papales de Inocencia IV, sabiéndose que el fin les llegaría pronto hicieron sacar todo su tesoro de aquella escarpada fortaleza, los portadores del mismo hicieron una señal con sus antorchas al emplazamiento cátaro y fue el momento en el que estos comenzaron su final emulando a los últimos de Masada… Se inmolaron, crearon una gran pira de fuego y se fueron arrojando a ella, todos murieron antes que adjurar de su Fe. Fue el épico final de los cátaros, de los albigenses…

Su tesoro jamás fue encontrado, para muchos aún está escondido en los montes y cuevas del Langedoc, para otros fue hallado por un sacerdote llamado Berenger Sauniere, y para otros es parte de una bonita leyenda de tesoros perdidos con pocos visos de realidad… ¿O no? Sería casi siete siglos después, en 1944, cuando un equipo de investigación nazi buscó el tesoro cátaro teniendo en Otto Rahn a uno de sus máximos exponentes… ¿Quién dijo que el tesoro cátaro era una leyenda que alimentaba la imaginación de los jóvenes? Los nazis creían que había un germen de verdad en todo ello y se afanaron en su búsqueda… pero eso es ya otra historia.