EL ENIGMA DE LA CASA FABIOLA

Su historia paranormal no ha trascendido hasta hace unos años pero venía sucediéndose desde tiempo atrás…

Por: Jose Manuel García Bautista

Al final de la calle Mateos Gago hay un punto de la geografía sevillana que encierra mucho misterio, una casa que da nombre a una calle y no al revés, se trata de la Casa Fabiola.

Su historia paranormal no ha trascendido hasta hace unos años pero venía sucediéndose desde tiempo atrás, hasta donde llega mi conocimiento, desde la época en la que el edificio era propiedad de la fundación José Manuel Lara –vinculado al Grupo editorial Planeta-. En ese tiempo, década de los 90 –tenía otra sede en calle Bailén-, venían a suceder todo tipo de hechos extraños, así una persona que trabajaba en su interior era la que más de estos pudo vivir.

Una tarde, en la más absoluta tranquilidad del edificio, vino a suceder algo: “Estaba en mi despacho, aquella tarde sólo estaba el de seguridad y yo. Él estaba en la puerta y yo en mi sitio archivando cosas. De buenas a primeras comencé a sentir como alguien estaba moviendo los muebles de la planta superior mía. Pensé que era el seguridad, como aquello se prolongaba en el tiempo salí mientras se escuchaban los sonidos y al pasar al patio vi al vigilante en la puerta, él se giró y me dijo: “¡Ah! ¿Pero no eres tú?”. Yo le dije que no y que pensaba que era él, entonces me dijo que en el edificio sólo estábamos los dos, que no había nadie más y que si no era él y no era yo…”, asustados se miraron sin saber qué hacer.

En un gesto instintivo aquel guardia echó mano a la defensa (porra) y comenzó a subir las escaleras en dirección a la zona de los ruidos. Al llegar sobrevino la sorpresa: “Las sillas de aquel despacho estaban movidas como si alguien hubiera estado trasteando por allí. Aquello era imposible pero lo estábamos viendo con nuestros propios ojos, era totalmente inexplicable”.

La situación se puso más tensa a medida que pasaba el tiempo pues a los sonidos extraños que se atribuían al edificio se sumaba este tipo de movimiento de objetos o la desaparición de cosas que aparecían al cabo de los días o las semanas donde se habían dejado originalmente… ¿Cómo era posible?

“La situación se hizo insostenible una tarde de invierno, de las tranquilas, de las que sólo estaba el seguridad y yo. Hacía frío y se colaba por el patio por muy cerrado que estuviera y entonces sentimos un quejido muy grande en la última planta. Él me llamó creyendo que era yo y le dije que también lo había sentido. Entonces fue cuando vimos algo en la planta que desaparecía. Era como si fuera una especie de forma con una túnica o capa que parecía como bajar las escaleras. Nos quedamos espantados de la impresión sabiendo que allí pasaba algo raro”, decía cariacontecida.

Casualidad o no lo cierto es que poco tiempo después dejó de funcionar el edificio y se trasladaron, puede que sólo fuera una acción planificada desde hacía tiempo pero también puede que se tratara a una consecuencia de lo que estaba sucediendo.

Se puso en venta pero nadie parecía querer comprar una casa grande, en pleno casco histórico y con pasadizos secretos que la dotaban de un aire victoriano tan curioso como atractivo.

De la venta se pasó al alquiler, en este caso, al ayuntamiento de Sevilla que la tuvo por un periodo de cuatro años y que nunca acabó de tener la actividad completa para la que estaba destinada. Así vino a ocurrir una tarde un hecho extraño: un policía local se encontraba en tareas de custodia cuando vio algo que lo dejó sin palabras.

“Era como una especie de monje que bajaba las escaleras y se perdía en la bodega. Recuerdo que estaba en la tele un gran premio de Fórmula 1 y, de repente, un sonido seco me llamó la atención, miré y no vi nada pero al observar la parte de arriba vi como una sombra, luego la vi en la planta baja y me llenó de espanto, tanto que no sabía cómo reaccionar, por eso te comencé a enviar mensajes” decía.

Lo cierto es que por espacio de casi 90 minutos me estuvo enviando todo tipo de fotografías –muchas de ellas utilizadas para mis libros o artículos-. Mi amigo policía estaba realmente “muerto de miedo”, le pedí que hiciera grabaciones psicofónicas en la bodega y a la pregunta de: “¿Cómo estás?” una voz gélida respondió: “Hace frío”, muy propio para lo que se estaba viviendo en ese momento.

Puede que todo sea producto, tal vez, de la imaginación –lo dudo- o haya que mirar al pasado para encontrar la figura de alguien vinculado al edificio: Nicolás Wiseman.

Su nombre completo era Nicholas Patrick Stephen Wiseman, nació en la capital hispalense el 2 de agosto de 1802, falleciendo en Londres el 15 de febrero de 1865. Este sevillano tuvo el honor de ser el Cardenal Wiseman, sacerdote inglés que sería el primer cardenal arzobispo de la arquidiócesis de Westminster, todo un privilegio, siendo enterrado en tierras inglesas a su muerte lejos de su deseo.

Se convirtió en cardenal una vez se restableció la jerarquía católica en Inglaterra y Gales hacia mediados del siglo XIX.

Como dato curioso baste decir que Wiseman escribió una novela romántica sobre mártires romanos y catacumbas, su nombre era “Fabiola” siendo publicada en el año 1855. Fue un total éxito que es, curioso, el que le da nombre a la calle, en su honor, y abrió la “caja de Pandora” de temática análoga tales como “Ben-Hur”, “Quo Vadis” o “Los últimos días de Pompeya”.

Lo sorprendente: el espacio que centraliza los fenómenos dentro de la Casa Fabiola es la llamada “bodega” que no era más que la cripta que debía albergar un hipotético lugar donde enterrar a los muertos… Tal vez ahí esté el secreto de la casa y el deseo no cumplido de este inmueble, histórico, en plena Judería sevillana. Todo un misterio.