SIMBOLOGÍA OCULTA EN LOS MONUMENTOS DE SEVILLA (Parte 2)

Por: Jose Manuel García Bautista

A continuación permítanme llevarles al mundo del lenguaje oculto, de los secretos vistos pero no interpretados, de las palabras no mostradas, de los dobles significados y los juegos de interpretación… Interpretación de la que si se dispone de la clave que descifra su código le colocará en un mundo diferente y ajeno al que el no-poseedor de la misma tiene acceso… Porque Sevilla es uno de los lugares del mundo donde más y mejor son evidenciadas en su arquitectura y su arte esas claves secretas y ocultas pero a la vez visibles, ¡qué paradoja! Una ciudad cuyos edificios esconden las claves de un lenguaje tan críptico que sólo está al alcance de unos pocos elegidos. El lenguaje de los símbolos y la simbología oculta… quizás sólo accesible al iniciado, ¿quiere conocerlo?

Necesariamente, cuando hablamos de la simbología y la interpretación del lenguaje de los iniciados, es necesario mirar a la Edad Media, para unos una época oscura y para otros una época de mucho saber… saber oculto. Aunque en la provincia de Sevilla es indefectible contar y poner de manifiesto la curiosa simbiosis de las tres religiones y culturas principales que ocuparon estas tierras del Guadalquivir durante casi ocho siglos y que nos dejaron todo su saber, a veces privilegio de aquellos que conocían su clave.

Comencemos nuestra visita por fachadas, tímpanos, figuras y elementos aparentemente decorativos de nuestra arquitectura, elementos que vemos a diario y que sin embargo tienen una historia oculta que contarnos.

Sin duda alguna, la invasión musulmana del 711, al mando del caudillo Tarín, fue uno de los momentos más importantes para la historia de España. Con una repercusión cultural tan amplia y rica que condicionó cultural y artísticamente las artes, hasta el punto que las creaciones artísticas y sus simbologías, que podemos contemplar en nuestro tiempo, son el reflejo de la comunión entre el arte del catolicismo y el arte musulmán. De esa simbiosis también se asimilan ocasionalmente otros elementos de movimientos religiosos y/o culturales que han pasado por estas tierras dejándonos bellas muestras de todo ello.
Esta simbiosis cultural aparece en la provincia de Sevilla a consecuencia de la reconquista que perpetró nuestro rey santo, Fernando III, allá por el año 1248. La reconquista no sólo llega con las repoblaciones y tomas de poder, sino también con la necesidad de levantar templos cristianos. En Sevilla el gótico es el conductor y la herramienta para establecer esa simbología oculta en el arte sevillano.

Comenzaremos nuestro caminar por esos símbolos ocultos por una recóndita iglesia ubicada en la enigmática y misteriosa calle San Luis; tiene esta calle otro gran misterio aparte de ese lugar maldito que les relataba anteriormente. En este lugar visitamos la iglesia de Santa Marina y Santa Margarita, todo un ejemplo de la Simbología de la Castidad.

Pero revisemos antes la Historia: a mediados del siglo XIII, el dominico Jacobo de la Vorágine reunió y publicó una compilación de relatos hagiográficos llamados inicialmente como Legenda Sanctórum (Lecturas sobre los Santos). En dicha obra, más tarde conocida como La Leyenda Dorada, Jacobo de la Vorágine recoge leyendas sobre la vida de unos 180 santos y mártires de la cristiandad a partir de obras antiguas: los propios evangelios, los apócrifos y escritos de Jerónimo de Estridón, de Casiano, de Agustín de Hipona, de Gregorio de Tours y de Vicente de Beauvais. Junto con ellas, presenta una explicación basada en los evangelios de las fiestas del calendario litúrgico, así como una breve historia de la cristiandad en Lombardía, que le valió el nombre de Lombardica Historia.

El gran éxito de esta obra se hizo sentir en el arte iconográfico de nuestras iglesias…, tan influenciados sus arquitectos y escultores por los mandatos eclesiásticos. Lejos de parábolas bíblicas, las imágenes vívidas que aparecen en la obra hacen mucho más fácil la compresión para el pueblo. Un ejemplo muy claro de la repercusión de esta obra la tenemos en Sevilla, ni más ni menos que en la conocida iglesia de Santa Marina, nuestra parada en este camino por la simbología en el arte sevillano.

Un poco de Historia

Este templo de arquitectura gótico-mudéjar es uno de los más antiguos de la ciudad. Su construcción data del año 1265. Si nos detenemos frente a su portada principal, podremos diferenciar las dos figuras iconográficas, Santa Margarita y Santa Marina. Ambas aparecen mezcladas como tratándose de una misma Santa, dos aspectos y un mismo mensaje oculto: la Castidad.

Según el Legenda Sanctórum de Jacobo de la Vorágine, Santa Marina había quedado huérfana de madre. Su padre, hundido en una gran tristeza, decide ingresar en un convento dándose cuenta de que su hija no iba a ser admitida por su condición de mujer. Decidió resolver el problema disfrazando a su joven hija de monje con el nombre de Hermano Marín. De tal manera que ambos fueron admitidos en el mismo convento.

El tiempo pasó y nadie cayó en el engaño del joven monje hasta un mal día en el que una mujer se presentó a las puertas del convento con una dura acusación… La mujer acusó al falso monje Marín de violación y de albergar en su vientre un niño de este.

Marina guardó silencio frente al engaño de la mujer y tomando como sagrado la promesa de silencio con respecto al secreto que sólo conocían ella y su padre, tomó casorio con la mujer y crió al hijo de ésta como si fuese propio, y sólo después de muerta, aquella a la que los monjes conocían como Hermano Marín descubrió su verdad oculta.

Según Rafael Gómez, diplomado en el Centro de Estudios Superiores de Civilización Medieval de la Universidad Poitiers, esta historia –que tanto gustó a los constructores de iglesias en la Edad Media– es la que posiblemente dio paso a la leyenda de la Papisa Juana. La legendaria historia de una mujer que llegó a ser Papa y madre a la vez, y que dejó la huella de su iconografía en nuestra iglesia dedicada a la Santa. La misma historia de Santa Marina, la virgen-monje, la encontramos también en la historia de las desdichadas vidas de Santa Eugenia, Santa Pelagia y Santa Eufrosina. Todas ellas, reminiscencias latentes de antiguos cultos que los griegos atribuyeron a su Diosa de la castidad: la Diosa Artemisa. Posiblemente fueron estas leyendas las que, adaptadas al mundo cristiano, han llegado hasta nuestros días, a través de los armenios devotos, bajo la forma de Santa Pelagia de Antioquía por una cuestión de paisanaje.

Aunque resulta curioso que junto a la figura de Santa Marina, en la portada del templo, aparezca otra iconografía, otra historia de leyenda que bien nos podría recordar al cuento de Caperucita Roja y el Lobo. Me refiero a Santa Margarita…

También de Antioquía es Santa Margarita, y volviendo a fijarnos en el libro de Vorágine nos damos cuenta que la Santa es la misma y el fin de su simbología iconográfica es idéntica: la castidad.

El caso es que el libro de Jacobo de la Vorágine fue muy difundido en Occidente, y con él la historia de aquella joven griega que luchó por mantener impoluta su castidad. Los pueblos europeos recogieron la leyenda y la modificaron según sus diferentes culturas, añadiéndole algunos matices. Y así es como aparece la patrona de Orense, Santa Marina, cuya leyenda tiene el mismo fin que el de Santa Margarita.

Santa Margarita era una joven con creencias paganas convertida al cristianismo por su nodriza. Un día, mientras Margarita cuidaba de su rebaño, pasó por allí a caballo el gobernador Olibrio, que se encaprichó de la muchacha jurándose a sí mismo casarse con la joven. Pero entre los planes de Margarita no estaba casarse con el gobernador. Sus negativas ante el ofrecimiento de Olibrio irritaron a éste, tanto que decidió raptar a la muchacha y arrojarla en un foso, donde se le apareció el diablo en forma de dragón. La joven, armada con una cruz, hizo frente a la fiera, la cual huyó despavorida.

Los pueblos y su propia idiosincrasia tomaron la leyenda y le dieron sus matices modificándola y haciendo que el dragón se tragase a la dama y en la que un valiente guerrero, armado con su espada, rajaba la tripa de la bestia apareciendo la joven intacta y portando un crucifijo. Aunque históricamente no tengan conexión, seguramente recordemos al leñador y el lobo en el cuento de Caperucita Roja, en la revisión que hicieron los hermanos Grimm en 1812, que tomaron inspirándose de Charles Perrault y de su colección de cuentos basados en fábulas antiguas de transmisión oral. También se asimiló esta historia a la de San Jorge y el dragón liberando a una princesa. Por este motivo, Santa Margarita suele representarse con una corona en la cabeza.

Santa Margarita fue una santa muy visitada por las mujeres embarazadas que iban a dar a luz, ya que su leyenda cuenta que salió indemne y sin dolor del vientre del dragón. Cabe recordar que las mujeres griegas también adoraban a Artemisa por haber podido ayudar a su madre a parir sin dolor.

El mensaje simbólico

Ahora sabiendo lo expuesto, sobre las venturas y desventuras de estas dos Santas, podemos ponernos frente a la portada principal de la iglesia de Santa Marina, recorrer con nuestros ojos de investigadores aquellas cuatro figuras castigadas por el paso tiempo y comprender claramente el mensaje simbólico que nos intentaron transmitir los antiguos canteros de la Edad Media. Comprenderemos que pese a representarse ante nosotros dos iconografías diferentes, la de Santa Marina y Santa Margarita, se trata de una sola, la que un día llamaron los griegos Artemisa cuya simbología y mensaje principal es el de la Pureza y la Castidad.

Recorramos con nuestra vista esta portada de derecha a izquierda: la primera figura que observamos es Santa Margarita. Está apoyada en una ménsula con una Flor de Lis, decoración que refuerza el mensaje simbólico de la figura, la castidad y la pureza. Está coronada, como ya sabemos, haciendo referencia al relato de la princesa salvada por caballero del estómago de la bestia. También lleva en la mano izquierda una cruz paté rodeada de un círculo, muy propia de la hermandad templaria. El otro atributo importante de la figura es un cinturón. Este lo vemos salir desde la mano derecha y su simbología vuelve a ser la castidad.

La segunda figura hace referencia a la historia de Santa Marina, aunque a primera vista nos podamos confundir con una figura clásica de la Virgen y el Niño. Sabemos que eso no es así ya que el niño se sienta sobre la rodilla derecha de la figura y no a la izquierda, como se acostumbra a representar al Niño Jesús con María. Este es el momento, de la historia de Santa Marina, en el que toma al niño de la mujer presuntamente violada por el monje Martín como si fuese suyo y lo cuida y lo alimenta.

Justamente sobre la clave del arco distinguimos la figura de Dios Padre sentado, con los codos en las rodillas ofreciéndonos las manos. El mostrarnos sus rodillas es la señal directa para el iniciado en la que se indica: estás teniendo acceso a alguno de los conocimientos que integran el proceso iniciático ya que estos, los iniciados, deben tener libres las rodillas para seguir avanzando sin problemas ni ataduras.

El león que aparece a sus pies es el símbolo de Cristo, la fuerza, el valor y la vigilancia. Tres elementos indispensables para el que recorre el sentir iniciático de esta puerta de la iglesia de Santa Marina. El león vigila sus puertas aunque parezca dormido.
En la tercera imagen de las Santas vemos representada una dama con cabello largo, con una corona, que sujeta un libro con la mano izquierda y un dragón atado a sus pies con una cadena que parte de su mano derecha. Es Santa Margarita. El libro simboliza la sabiduría y el dragón el mal. Para vencer al mal es necesario conocer el contenido de libro. Es importante decir que en el siglo XIII, muy pocas mujeres tenían posibilidad de acercarse a cualquier tipo de conocimiento. Esta figura podría interpretarse en sus orígenes de una manera herética.

La cuarta y última imagen se asienta en una ménsula con dos prótomos de león. Coronada como todas las figuras anteriores, tiene su mano derecha posada en su pecho y con la mano izquierda sostiene un libro de grandes proporciones. El libro es uno de los atributos que siempre acompañan a Santa Marina, pero en esta imagen, el libro no es sólo un atributo más, en este caso el libro destaca por sus grandes proporciones, queriéndonos transmitir la importancia de la sabiduría para alcanzar un grado superior en el tránsito del iniciado.

Posiblemente la tradición y el culto a Santa Marina llegase a Sevilla de mano de los mismos canteros que levantaron esta iglesia. Puede que canteros gallegos, repobladores de estas tierras en tiempos de reconquista, que como otros muchos iniciados pasaron por estas tierras, haciéndolo de puntillas, sin querer dejar más rastro que un mensaje oculto, su particular mensaje oculto: el de la castidad.

En la Edad Media la leyenda de Santa Marina y Santa Margarita (tomándolas como una misma Santa con distintos nombres) y su castidad se hizo tan célebre que muchos la llamaron Gemma Virginum, o lo que es lo mismo: Perla de las Vírgenes. Es curiosa la forma que algunos cristianos, iniciados en algún saber hermético, quisieron darle a esta santa, y es que Louis Reau, en su libro Iconographie de l’art chrétien, nos cuenta que la Perla tenía una especial significación en la Edad Media. Margarita, significa en latín Perla. Por otro lado, las marcas gremiales, que grababan antiguamente en las piedras los canteros y escultores, tenían unas funciones mágicas o religiosas. En muchas de ellas encontramos la figura de una Perla, con un significado claro: el de la virginidad, dado que mantiene una tonalidad blanca inmaculada. Todos estos mensajes secretos, con sus sobrenombres y sus leyendas, formaron parte de los primeros aprendizajes de algunos iniciados conocedores de la medicina y la alquimia que empezaron a utilizar el polvo de Perla en los partos. A veces incluso leían la vida Santa Margarita, con el libro colocado en el vientre de la parturienta.

Ahora, querido lector, quiero llevarle a otro escenario. Esta vez más cercano a la política que a la religión, pero no con menos interés para aquellos que saben leer entre las piedras los mensajes ocultos al profano. Nos dirigimos al Ayuntamiento de Sevilla, en plena plaza de San Francisco y Plaza Nueva, entre las arterias principales de tránsito y vida de esta ciudad: la calle Sierpes y la Avenida de la Constitución. Será el escenario de la próxima entrega.