LOS SECRETOS DE LA VIRGEN DE GUADALUPE

Por: Jose Manuel García Bautista

La historia de la Virgen de Guadalupe es sin duda apasionante, de aquellas que a uno le despierta los sentimientos y la curiosidad por que encierra mucho de Historia y de Misterio.

Existía en el valle de México un lugar llamado como el cerro del Tepeyac que despetaba una gran devoción religiosa. Se ubicaba, y ubica, en la ribera occidental del lago de Texcoco, donde –curiosamente- se encontraba el templo de la diosa Coatlicue o Teteoinan (madre de los dioses), también llamada Tonantzin (nuestra Venerable Madre). Recibía un gran culto y un gran número de fieles pero durante la Conquista de México por parte de las tropas de Hernán Cortés el templo fue destruido con la intención de erradicar su culto en el proceso de evangelización de aquellas tierras y de aquellos “indígenas” que sin dudas eran más civilizados que aquellas hordas invasoras. Así en su lugar, en el Tepeyac, la orden franciscana erigió una ermita hacía el año 1530. Los indígenas acudían a aquel lugar a adorar a una Virgen María (la madre de Dios, curiosa analogía con el anterior culto pagano) pintada, culto que prosiguió hasta nuestros días teniendo una gran devoción en tierras mexicanas.

Cuenta su historia que la Virgen de Guadalupe se aparece en el año 1531, coincidiendo con el décimo aniversario de la toma de México-Tenochtitlan por parte de la corona de España. Según cuentan las crónicas del “Nican Mopohua” en náhualt escrito por Luis Lasso de la Vega en ese año se produce la aparición de la Virgen en el cerro del Tepeyac, parece que pudo haber existido una remodelación de la ermita y de su imagen a cargo del arzobispo Alonso de Montúfar en el año 1555 correspondiéndose con los registros aparicionistas de la Virgen de entre 1555 y 1556, esto refrendado por lo “Diarios de Juan Bautista” y los “Anales de México y sus alrededores” .

En el siglo XVII Domingo Francisco Chimalpahin Quauhtlehuanitzin sitúa este hecho en el año 1556 de esta forma: “Año 12-Pedernal, 1556 años. Iba quedando bien doblado y fuerte el muro de piedra que daría la vuelta a toda la ciudad de México. Para la obra hicieron reunir a toda la gente de todos los pueblos del rumbo, por orden de los jefes y según disposiciones de don Luis de Velasco, Visurrey. Así pudo terminarse la muralla. También entonces ocurrió la aparición, dicho sea con respeto, de nuestra querida madre, Sancta María de Guadalupe en el Tepeyácac”.

No por fruto del azar aquella imagen mariana, y cristiana, siguió siendo llamada Tonantzin y era motivo de peregrinaciones y romerías, así los españoles decidieron llamarla como Virgen de Guadalupe, como la patrona de Extremadura, de donde procedían muchos de aquellos rudos conquistadores.

Entre tanto muchos indígenas creían que la imagen era milagrosa por que la había pintado un indígena llamado Marcos y ello, según la Iglesia, confundía al devoto… Todo estaba dentro de una lucha dentro de la “misión” evangelizadora de los franciscanos y el poder eclesiástico en las nuevas tierras del Imperio español.

Así el arzobispado de México decidió proseguir con el culto a la imagen pese a la oposición de los frailes, Francisco de Bustamante o Bernardino de Sahagún, seguían esta corriente de oposición, este último recogía en su “Historia general de las cosas de la Nueva España” de 1576: “Cerca de los montes hay tres o cuatro lugares donde solían hacer muy solemnes sacrificios, y que venían a ellos de muy lejanas tierras. El uno de estos es aquí en México, donde está un montecillo que se llama Tepeacac, y los españoles llaman Tepeaquilla y ahora se llama Nuestra Señora de Guadalupe; en este lugar tenían un templo dedicado a la madre de los dioses que llamaban Tonantzin, que quiere decir Nuestra Madre; allí hacían muchos sacrificios a honra de esta diosa, y venían a ellos de muy lejanas tierras […]; y ahora que está allí edificada la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe también la llaman Tonantzin tomada ocasión de los predicadores que a Nuestra Señora la Madre de Dios la llaman Tonantzin. De dónde haya nacido esta fundación de esta Tonantzin no se sabe de cierto, pero esto sabemos de cierto que el vocablo significa de su primera imposición a aquella Tonantzin antigua, y es cosa que se debía remediar porque el propio nombre de la Madre de Dios Señora Nuestra no es Tonantzin sino Dios y Nantzin; parece esta invención satánica para paliar la idolatría debajo la equivocación de este nombre Tonantzin y vienen ahora a visitar a esta Tonantzin de muy lejos, tan lejos como de antes, la cual devoción también es sospechosa, porque en todas partes hay muchas iglesias de Nuestra Señora, y no van a ellas, y vienen de lejanas tierras a esta Tonantzin como antiguamente”.

La historia de la aparición de la Virgen de Guadalupe es apasionante, en el “Nican Mopohua” se afirma que un testigo de la aparición fue fray Juan de Zumárraga que posteriormente, en 1533, sería obispo de México. La primera aparición se produce el 9 de Diciembre de 1531 al indígena Juan Diego Cauhtlatoatzin, un converso mexica en el cerro del Tepeyac, allí la Virgen de pide al indígena que se construya un templo en aquel lugar. Asustado Juan Diego corre a contarle su experiencia a Juan De Zumárraga quién no lo cree refutándole la aparición y exigiéndole pruebas de ello. Juan Diego acude al cerro donde se le vuelve a aparecer la Virgen quién participe de la petición del fraile pide al mexica converso que corte unas rosas de castilla del cerro, de una zona seca e inhóspita. El indio así lo hizo y las guardó en su ayate, en su túnica. Regresó a enseñar la prueba al frailes desplegando el ayate para comprobar como grabado en el basto tejido se encontraba una imagen de la Virgen, la misma Señora que se le apareció al indio en el cerro del Tepeyac, una imagen plana –como dibujada o pintada- mientras las rosas caían por la estancia del asombrado ciervo de Dios… Desde aquel día el culto, oportuno para los cristianos, a la imagen del Tepeyac su multitudinario.

Para muchos en 1531 todo aquello no era más que un sincretismo con la diosa mexica Tonantzin, un culto encubierto que ya se celebraba en el cerro del Tepeyac tal y como narra Fray Bernardino de Sahagún: “Cerca de los montes hay tres ó cuatro lugares donde solían hacer muy solemnes sacrificios, y que venían a ellos de muy lejanas tierras. El uno de estos es aquí en México, donde está un montecillo que se llama Tepeacac, y los españoles llaman Tepeaquilla, y ahora se llama Nuestra Señora de Guadalupe. En este lugar tenían un templo dedicado a la madre de los Dioses, que ellos la llamaban Tonantzin, que quiere decir nuestra madre. Allí hacían muchos sacrificios a honra de esta diosa, y venían a ellos de muy lejanas tierras, de más de veinte leguas de todas estas comarcas de México, y traían muchas ofrendas: venían hombres y mujeres y mozos y mozas”.

Igualmente en los Escritos de Puebla afirma Fray Bernardino de Sahagún: “Era grande el concurso de gente en estos días; y todos decían «vamos a la fiesta de Tonantzin»; y ahora que está allí edificada la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, también la llaman Tonantzin, tomando ocasión de los predicadores, que a Nuestra Señora la Madre de Dios la llaman Tonantzin. De dónde haya nacido esta fundación de esta Tonantzin no se sabe de cierto; pero esto sabemos de cierto, que el vocablo significa de su primera imposición a aquella Tonantzin antigua; y es cosa que se deberá remediar porque el propio nombre de la Madre de Dios, Señora nuestra, no es Tonantzin sino Dios y Nantzin. Parece esta invención satánica para paliar la idolatría debajo la equivocación de este nombre Tonantzin y vienen ahora á visitar á esta Tonantzin de muy lejos, tan lejos como antes; la cual devoción también es sospechosa porque en todas partes hay muchas Iglesias de Nuestra Señora y no van a ellas, y vienen de lejanas tierras a esta Tonantzin como antiguamente”.

Estos textos sirvieron para que la figura del indio Juan Diego fuera elevada a los altares por su santidad siglos después.

Así, no exento de controversias y riñas el culto se mantuvo, mientras la poderosa figura de la Virgen de Guadalupe era ajena a esas trivialidades y continuaba una labor milagrosa en toda la zona.

En 1929 el fotógrafo oficial de la antigua Basílica de Guadalupe, Alfonso Marcué, descubrió que en la imagen de la Virgen, en su ojo derecho parecía existir la figura de un hombre con barba… Aquello parecía sólo fruto del azar pero realizó un estudio más concienzudo, inspecciones y estudios ópticos hasta que no había ninguna duda: ¡la imagen existía! Y se informó a las autoridades eclesiásticas, pidiéndose absoluto silencio sobre todo ello.

El 29 de Mayo de 1951, José Carlos Salinas Chavez, dibujante, percibe el mismo rostro que Marcué veinte años antes… Reflejado en el ojo izquierdo…¿Cómo podía ser? El ojo derecho y el ojo izquierdo contenían imágenes comportándose de forma muy similar al ojo humano pero ¡en una pintura!…o presunta pintura de la Virgen como aún lo consideraban.

La imagen comenzó entonces todo un proceso de verificación llegando a conclusiones asombrosas, la primera fue la no existencia en la imagen original de pigmentos pictóricos en la tilma o ayate de Juan Diego, por lo que parecía, y parece, de origen milagroso. Diferente son los restos de pinturas en los añadidos que tiene la imagen.

La segunda sorpresa fue el estado de conservación del ayate, una prenda de muy corta duración y que sin embargo a ésta la contemplaban ya casi 500 años… cinco siglos al servicio del devoto y del fiel…Era, y es, asombroso.

Más de una veintena de oftalmólogos han examinado la imagen como el prestigioso Dr. Javier Torroella Bueno, el 27 de marzo de 1956. En su análisis este médico mexicano certifica la presencia del triple reflejo (Efecto de Samson-Purkinje) “característico de todo ojo humano normal vivo” y afirma que “las imágenes resultantes se ubican exactamente donde deberían estar según el citado efecto, y también que la distorsión de las imágenes concuerda perfectamente con la curvatura de la córnea”.

El oftalmólogo, Rafael Torrija Lavoignet, volvió a examinar los de la imagen ya con mas detenimiento utilizando un oftalmoscopio. El Informe Lavoignet da fe de la existencia de la figura humana en las córneas de ambos ojos, en ellas se evidencia “la ubicación y distorsión propias de un ojo humano normal, notando además una inexplicable apariencia “viva” de los ojos al ser examinados”.

El doctor José Aste Tonsman, en 1979, inició un nuevo estudio sobre los ojos de la imagen trabajando para IBM en procesamiento digital de imágenes, imágenes de alta calidad digitalizadas directamente de la tilma guadalupana, Tonsman descubrió además del primer busto humano cuatro figuras mas en ambos ojos. El descubrimiento fue un hallazgo importantísimo que hablaba a las claras del milagro de la Virgen en el cerro del Tepeyac. Tonsmann publicó sus estudios sobre los ojos en la tilma con completos detalles y fotografías. La conclusión más importante fue la del mensaje en forma de imágenes que dejó la aparición del Tepeyac en la tilma para que las generaciones venideras utilizando la moderna tecnología pudieran descubrirla, fue lo más inquietante… Según Tonsman en los ojos se aprecia: “la imagen de una familia presente en el centro de los ojos de la Virgen. Se muestra varias figuras humanas que parecen constituir una familia, incluyendo varios niños y un bebé llevado en la espalda por su madre como se acostumbraba en el siglo XVI, aparece en el centro de la pupila de la Virgen, como centro de su mirada”.

La imagen de la Virgen de Guadalupe, en sus ojos, nos muestra pues la imagen impresa y detallada de trece personajes. Esos mismos personajes están presentes tanto en el ojo izquierdo como en el derecho, en diferentes proporciones, como sucede en los ojos de un ser humano que refleja los objetos que tiene en frente. Todo ello en sus dimensiones microscópicas sobre el iris y las pupilas de los ojos.

Según el Dr. Aste Tönsmann a Zenit: “nos encontramos ante una imagen que no ha sido pintada con mano de hombre”. En 1979 los norteamericanos Philip Callahan y Jody B. Smith sometieron a estudio la imagen con rayos infrarrojos y descubrieron que no había huella de pintura y que el tejido no había sido tratado con nada que lo conservaran.

El premio Nobel en Química, Richard Kuhn, realizó análisis químicos en cuyo informa final afirmaba: “la imagen no tiene colorantes naturales, ni animales ni mucho menos minerales. Dado que en aquella época no existían los colorantes sintéticos, la imagen, desde este punto de vista, es inexplicable”.

El Dr. Aste Tönsmann prosigue: “Cahallan y Smith han mostrado cómo la imagen cambia ligeramente de color según el ángulo de visión, un fenómeno que se conoce con el término de iridescencia, una técnica que no se puede reproducir con manos humanas”, además: “ en los ojos de la Virgen se encuentran reflejados los testigos del milagro guadalupano, el momento la que Juan Diego mostraba el ayate al obispo. Los ojos de la Virgen tienen así el reflejo que hubiera quedado impreso en los ojos de cualquier persona en esa posición. Se puede intuir un indio sentado, que mira hacia lo alto; el perfil de un hombre anciano, con la barba blanca y la cabeza con calvicie avanzada, como el retrato de Juan de Zumárraga realizado por Miguel Cabrera para representar el milagro; un hombre más joven, con toda probabilidad el intérprete Juan González; un indio de rasgos marcados, con barba y bigote, que abre su propio manto ante el obispo, sin duda Juan Diego; una mujer de rostro oscuro, una sierva negra que estaba al servicio del obispo; un hombre de rasgos españoles que mira pensativo acariciándose la barba con la mano.

Por el contrario en el año 2002 el restaurador de arte José Sol Rosales examinó la imagen con técnicas de estereomicroscopía encontrando: sulfato de calcio, ollín de pino, en colores blanco y azul, y tierras verdes (suciedad), redes hechas de carmín y otros pigmentos, también oro. Según el restaurador: todos estos elementos eran materiales y métodos consistentes con los del siglo XVI en materia de pintura.

En 1999 el arzobispo de México, Norberto Rivera Carrera, mandó estudiar la imagen hallando en aquel estudio tres capas de pintura: “al menos una de la cual tenía iniciales pintadas sobre ella”, es decir: firmada. Al igual encontró muchas similitudes con la imagen de la Virgen de Guadalupe de Extremadura.

El Dr. Garza Valdés afirmó: “que la tela en donde fue pintada la imagen era de cáñamo e hilo, no de fibras de agave como se creía” aunque fue revocado por el también Dr. Gilberto Aguirre quién creía muy forzadas las conclusiones del Dr. Garza Valdés.

Igualmente se habla de otras imágenes similares a la de la imagen de la Virgen de Guadalupe como la del pueblo del estado de Morelos, Tlaltenango, donde apareció una imagen muy similar llevada por dos desconocidos (¿un nuevo milagro?) y cuya caja desataba un fuerte aroma a rosas y sándalo La imagen ha sido venerada desde el 8 de Septiembre de 1720, siendo aceptada como una aparición por las autoridades católicas locales.

Y es que la imagen de la Virgen de Guadalupe, como la Sábana Santa de Turín, no está exenta de polémicas y verdades, aunque se realidad se pueda comprobar todos los días en el antiguo Cerro del Tepeyac rodeada de miles de fieles.