EL MISTERIO DE LAS CARAS DE BÉLMEZ

Por: Jose Manuel García Bautista

Uno de los fenómenos paranormales más estudiados de la historia, a la par que publicados en diversos medios de comunicación durante mucho tiempo, puede ser el que a continuación les vamos a relatar y que también tiene como lugar de origen las tierras jienenses: las famosas “Caras de Bélmez”, la demostración palpable de una facultad estudiada en parapsicología: las teleplastias

Hemos de parar un instante para aclarar las preguntas que el lector se acaba de hacer, porque dichas apariciones sobre un soporte inanimado las he calificado como “facultad paranormal” y, seguro, le chocará si conoce un poco la historia del suceso. ¿Por qué englobar el fenómeno dentro de una posible capacidad de la mente profunda, y no un hecho exterior al sujeto? La explicación es, dentro de la parapsicología, sencilla: según esta ciencia (lo es en muchos países y, afortunadamente, en el nuestro ya se habla de ella en la carrera de psicología) no puede existir ningún fenómeno paranormal si éste no tiene como punto de partida el subconsciente del sujeto, el cual en un estado alterado de conciencia, puede generar unos efectos paranormales a su alrededor sin que el consciente intervenga en la mayoría de los casos. Quiere esto decir que podemos estar ante la constatación de una manifestación energética cuyo punto de partida bien pudo ser María, la propietaria de la casa donde tuvo lugar este magnífico fenómeno. En cualquier caso, no quita ni un ápice de especial tal acontecimiento, ya que es extraordinario que la mente del hombre pueda ejercer una acción sobre la materia, burlando las leyes físicas necesarias para poder hacerlo. Estaríamos ante un fenómeno englobado dentro del grupo de los “parapsicofísicos”, o de acción directa de la mente sobre la materia.

Y entonces, ¿por qué parece perdurar el fenómeno con posterioridad al fallecimiento de María? Podríamos tener la explicación en la propagación del fenómeno a nivel psicológico entre otras personas que habrían sido testigos del acontecimiento principal, provocando que su subconsciente crea de forma tan segura en este fenómeno que continúe generando la energía suficiente para que se perpetúe el fenómeno.

Parece existir un nexo de unión entre los fenómenos que estamos comentando, aunque entre los mismos no exista una relación directa ni de causas ni de efectos. Y esta la podemos encontrar en los lugares donde se generan, ya que la localidad de Bélmez se encuentra cerca de una sierra, Sierra Mágina. La energía telúrica que inunda este lugar de Andalucía en centenares de kilómetros a la redonda hace que el viajero no pueda mantener distraída la mirada, invitando a una forzada reflexión y meditación en cuanto pone sus pies sobre esta tierra. Quizá sea ese el motor que mueve todos los fenómenos paranormales que relatamos en este capítulo… pero vayamos al grano.

Unas curiosas caras

Empecemos por la fecha desencadenante de todos los acontecimientos que relataremos a continuación, concretamente un mes de agosto de 1971, en un momento algo tumultuoso quizá porque se barruntaban tiempos de cambios importantes en la sociedad española del momento, aunque esto no tenga nada que ver con dichos fenómenos extraños.

Lo que sí es preceptivo comentar es la posible causa histórica que podría envolver este hecho peculiar: todas las tierras que ahora habitan los lugareños jienenses fueron antaño lugar de crueles batallas por la posesión del territorio entre moros y cristianos. También sería motivo de escritura para los cronistas de la época las creencias arraigadas sobre los fantasmas, males de ojo y el conocimiento de remedios para combatir las más diversas enfermedades que aquejaban a las personas que habitaban este bello paraje. En cualquier caso, un caldo de cultivo ideal en cuanto a los fenómenos extraños se refiere y, quién sabe, provocado por esa sensación de “magia” que se vive en estos lugares.

Era un día 23 de agosto de 1971 cuando en casa de María Gómez se produjo un hecho curioso a la par que misterioso, que despertaría la sorpresa y el miedo en dosis muy parecidas: en el interior de un fogón se adivinaba una cara, plasmada como si alguien la hubiera dibujado sobre la fría superficie de cemento con el que estaba construido. No tardaron en poner remedio a esta incómoda visión, no sólo por el temor que despertaba su presencia y la sorpresa constante para los habitantes de la casa que casi no podían desviar la mirada hacia otro lugar, sino por la inusitada curiosidad que despertó entre los vecinos de este matrimonio, que ya trascendía en pocos días a una cantidad de personas algo incómoda. Juan Pereira no dudó un instante en la solución al problema: picar y volver a cubrir con cemente el agujero. Dicho y hecho.

Pero como si de una broma de mal gusto se tratara, a los pocos días, volvió a aparecer la misma cara, algo desplazada y con matices distintos, pero en general recordaba perfectamente a la primera que se había destruido. El fenómeno tomaba ya un cariz complicado de entender y de afrontar con soluciones factibles. El temor y la sorpresa recorría este bello pueblo y no tardaron en aparecer opiniones de todo tipo, así como personas que tanto ofrecían su ayuda en lo que pudieran o entendieran, como rechazaban incluso pasar por esa calle ante el temor de vivir un hecho demoníaco. El alcalde de la localidad en aquellos tiempos, Manuel Rodríguez Rivas pensó de forma más coherente: cabría la posibilidad que aquello fuera una señal más o menos clara que respondería a una luctuosa sospecha. Así que se ordenó abrir el suelo del lugar con el fin de aclarar si había alguna causa física que explicara el fenómeno, aunque sospecho que él mismo creía que el fenómeno respondía a lo que posteriormente se descubrió.

Una gran cantidad de huesos

Cuando se comenzaron las obras para excavar con el fin de encontrar un causante geológico, lo que se encontraron fue algo muy diferente: cantidad de huesos en lo que parecía ser una fosa común, o bien un lugar de enterramiento, esto es, un cementerio antiguo y desconocido para los habitantes de ese momento. Los más viejos del lugar recordaron entonces un hecho al que no prestaron más atención porque, después de las reformas en las calles, parece que no volvió a ocurrir; en épocas de lluvias torrenciales, y cuando en la localidad habían pocas casas, separadas por veredas en vez de asfalto, aparecían de vez en cuando restos óseos de procedencia desconocida. Y parece ser que cuando se levantaron los cimientos de varias viviendas, también se encontraron estos restos, que fueron acallados por los constructores con la idea de evitar la paralización de las obras. En cualquier caso, los antiguos moradores de aquel terreno tenían argumentos suficientes para lanzar sus silenciosos gritos, parece ser, en forma de caras que aparecían de momento en esta única vivienda de la localidad.

Lo curioso del caso, y que podría ser un argumento mayor que alimenta este fenómeno, es un detalle que pareció escapar desapercibido para algunos: durante las excavaciones, los restos que hacían “acto de presencia” correspondían a los cuerpos… pero no aparecían los cráneos. ¿Explica esto que en su mayoría aparecieran “caras”?

No, es cierto. No sólo aparecían caras, pero sí era la “visión” más peculiar del fenómeno. También aparecieron las teleplastias de cuerpos de niños (fetos), cabezas deformes y desproporcionadas… La noticia era ya de tal magnitud que llegó a los oídos de un reportero que, por aquel entonces, trabajaba en un diario necesitado de noticias que aumentaran el número de lectores y, por tanto, las ventas: Diario Ideal de Granada. Lo que imagino que no pensó este periodista era en la repercusión que la publicación de esta información tendría no sólo en la población local, sino en toda España extendiéndose fuera de nuestras fronteras, y siendo motivo de la solicitud de estudio profundo a las autoridades del lugar. Todo un acontecimiento social y científico aquí, en Andalucía.

Todo ello provocó sensaciones enfrentadas; por un lado había personas que, ante la gran cantidad de curiosos que deseaban ser testigos excepcionales del prodigio, se alegraban de ser su localidad un centro de atención turístico aunque el motivo fuera un fenómeno inexplicable. Por otro, los amantes de la tranquilidad torcían el gesto cuando veían a forasteros deseosos del “morbo” que provocaban los extraños dibujos que aparecían en casa de María, amén de los problemas logísticos que todo ello generaba: mucha gente y pocos servicios que ofrecer en la pequeña localidad.

Un plan para frenar las caras

Las autoridades civiles y religiosas del lugar querían que aquel bochornoso espectáculo terminara de un plumazo, y para ello solicitaron la ayuda de un célebre filósofo y parapsicólogo de la época, conocedor como poco de los fenómenos extraños y que, esperaban, pudiera dar una explicación plausible para terminar con los rumores que calificaban de “fantasmal y sobrenatural” al fenómeno de las caras. Por supuesto que esta experiencia que poseía el erudito, pensaban, sería suficiente para sacar a la luz el fraude que se escondía tras el fenómeno, dejando así al descubierto a sus ruborizados autores y acallando de una vez los acontecimientos para tranquilidad del pequeño pueblo y sus habitantes. Terminarían, por tanto, con unos acontecimientos que calificaban como “bochornosos” y “de vergüenza”.

Pero el plan les salió mal, ya que en apariencia y tras realizar las pruebas pertinentes, el dictamen fue firme a la par que alarmante: no había fraude alguno en dicho fenómeno, al menos, en cuanto a su creación de forma artificial. El propio y célebre parapsicólogo alemán Hans Bender certificó mediante la observación directa del fenómeno, así como de las pruebas realizadas para descartar el fraude, que estaba en presencia de un fenómeno sin precedentes en la humanidad, que no había duda ninguna de su paranormal procedencia. Así que, aquellos que se frotaban las manos pensando en “despellejar públicamente” a los culpables en una andanada de comentarios despectivos y puestas en evidencia, vieron sus planes truncados por la realidad.
Ni que decir tiene que “a río revuelto, ganancia de pescadores”, ya que la prensa de la época encontró en este giro inesperado una oportunidad de multiplicar sus ventas a nivel nacional, pues estaban ante un fenómeno que despertaría la curiosidad de propios y extraños, algo que supondría tiradas y tiradas agotadas para conocer un hecho extraño certificado por científicos de renombre, los cuales no encontraron fraude posible. Sería el seguimiento de una noticia que seguiría trascendiendo fronteras, y se hablaría así de los medios de comunicación nacionales casi en el mundo entero, aunque fuera a costa de plasmar un fenómeno antinatura.

Los hechos sólo habían comenzado

Ante estas conclusiones, el propio profesor Argumosa quiso ir un paso más allá; pensó que si el fenómeno estaba relacionado con una extraña fuerza o energía etérea, pero inteligente, debía dar más muestras de su presencia, plasmar esa información en otros soportes y a otros niveles. Con lo cual tomó un magnetófono de bobina e inició una serie de grabaciones con el fin de obtener inclusiones “cacofónicas”, voces de lo que él consideraba que era una dimensión paralela a esta, habitada por seres de energía con inteligencia suficiente como para encontrar la forma de interactuar con los habitantes de esta dimensión. Y vaya si obtuvo resultados.

Una serie de desgarradores gritos y llantos pudieron oírse en la mismísima casa de las caras, en la cocina, el lugar elegido para la manifestación de aquel fenómeno que ya desconcertaba a cuantos querían pasar por esas humildes estancias. Y todo esto alimentó las teorías que apuntaban las posibles causas que motivaban ese curioso fenómeno de la parapsicología. Y el diario Pueblo no tardó en colocar nombre al relato de estos hechos: “Las caras hablan”. Aunque el profesor y sus ayudantes comprendían el extremo de sus resultados, para los demás y menos versados en la materia, serían voces de procedencia fantasmal, o quién sabe que demoníacas…

Todos pensamos en base a lo ya expuesto cuál sería el origen o la causa de aquellas manifestaciones, y pienso que también lo sabían los que trataban por todos los medios de terminar con aquel circo mediático en el que se había convertido el fenómeno, de poner fin a las masivas excursiones que se realizaban a esta localidad para ver las “caras”. Bélmez había pasado del ostracismo a la popularidad de la forma menos sospechada para sus lugareños.
Había que terminar con aquello.

Pero los mismos que habían pedido a Germán de Argumosa su ayuda profesional para acallar el fenómeno, aplastándolo bajo la pesada losa de la razón y del argumento lógico, no tuvieron suficiente con el dictamen del experto, y utilizaron los hilos para llegar hasta altas estancias, presionando con ello para que hubiera una “guerra” con el fin de destruir el fenómeno de una forma radical y rápida. Ante ello, se llevó a cabo el primer precinto y levantamiento de acta notarial en la historia de este fenómeno, y fue el propio Argumosa quien promoviera aquel acto. Y en 1973 llevó a cabo bajo la atenta mirada del notario Antonio Palacios Luque el precinto de la cocina. Tiempo después se levantaría éste para acceder a la estancia… y vieron con estupor cómo, sin posible manipulación humana, surgía del suelo otra forma: la conocida “dama de la copa”. Ya no había duda alguna, el fenómeno era real y no se manipuló en absoluto.

Pero eso no importaba a aquellos que estaban dispuestos a acabar con aquello usando todos los medios a su alcance. El alcalde de Bélmez recibió presiones en forma de cartas firmadas por personas de mucha influencia política y religiosa del momento, llamadas autoritarias solicitando que, en base al poder que le otorgaba su cargo, cerrara definitivamente ese fenómeno en el más hondo de los olvidos… pero ante tales pruebas de las que había sido testigo, no podía dar “carpetazo” a algo que era tan real como él mismo.

Así que se inició entonces una batalla de declaraciones en los medios de comunicación, una guerra entre ellos, entre los controlados por el ya decadente régimen franquista y los que habían sacado la noticia basándose en la observación del fenómeno “in situ”, los mismos que habían entrevistado a los científicos que no habían podido dar explicación certera a tamaño fenómeno… pero todavía hoy seguimos hablando de Bélmez, todavía todos los hechos extraños siguen “plantando cara”.

Jose Manuel García Bautista, “GUÍA DE LA ANDALUCÍA MÁGICA”, Ed. Luciérnaga ,© 2015